miércoles, 10 de marzo de 2010

Dejen quieto a Uribe

Alberto Velásquez Martínez

El Colombiano, Medellín

Marzo 10 de 2010

Ni que fuera un mueble viejo el presidente Uribe, para que anden algunos de sus amigos buscándole oficio, cuando el 8 de agosto visite el asfalto como ex presidente. Y menos que el país sufra de amnesia prematura, cuando un rabioso columnista de El Espectador profetiza que tarde que temprano, "la gente se va a olvidar de Uribe".


Carlos Moreno de Caro, el pintoresco político lo ve como aspirante a la Alcaldía de Bogotá. ¿Ignora acaso que el actual Jefe de Estado no siente una atracción especial por la Capital, en donde le hacen el asco en aquellos cocteles a los cuales asiste una burguesía lenguaraz? ¿O podría interesarse más por la Gobernación de Córdoba, en donde lo quisiera ver el cacique López Gómez, ya que allí tiene un lugar para la meditación en medio de las exuberantes tierras del Sinú?


Hay quienes le insinúan al oído que se venga de nuevo para Medellín a continuar desde la Alcaldía el progreso de su ciudad o a seguir desde Antioquia el desarrollo que se ha venido impulsando desde la Gobernación. Todo esto es como para hacer una quiniela de apuestas, así a muchas de estas especulaciones les falte consistencia y rigor frente a las aspiraciones esbozadas por Uribe Vélez de vincularse más a la universidad que a la vida monacal o simplemente a la actividad administrativa, regional o lugareña.


Pero lo que sí se salía de toda coherencia racional era la idea lanzada por un alucinado congresista de la U, que sin empachos propuso a Uribe como fórmula vicepresidencial de Santos. Fuera de ser un irrespeto, era una propuesta tan absurda como chambona.


Un vicepresidente de una dimensión intelectual muy superior a la del presidente, habría sido un motivo de retruécanos constantes. Estimularía sí, la imaginación de los caricaturistas. Un vicepresidente con la personalidad, la brillantez, el talante de Uribe, avasallaría el protagonismo del presidente por más esfuerzos que éste hiciera para disimularlo. Además, el papel de Uribe Vélez no ha sido el de segundón. No ha tenido alma de sacristán. Para cancelar este exabrupto -que hace parte del sainete nacional- Santos cavila con el nombre del ex ministro caleño Angelino Garzón como su fórmula vicepresidencial.


Uribe indudablemente va a tener una gran influencia en el próximo gobierno. Eso es indiscutible e inevitable. Sea porque su sucesor salga de su propia cosecha ideológica, o porque sea el fiscal como opositor a quien desde la cabeza del Estado, quiera desmontar su bandera de la seguridad democrática.


También el presidente ha dicho que "no es un hombre de guiños". Con esto responde, no sólo a los que se arrogan el derecho de ser intérpretes de sus propios deseos, sino a las invitaciones de algunos congresistas para que salga de gancho con Santos a recorrer el país. Aquella frase presidencial, confiamos, servirá como notificación expresa de que Uribe guardará pública neutralidad -que no es sinónimo de indiferencia- para no romper esa imparcialidad tan necesaria con el fin de evitar esguinces en la coalición. Alianza que seguramente se fraguará después del 30 de mayo para prolongar los logros fundamentales del actual mandato.


Uribe Vélez es un líder en la mejor expresión del vocablo. No necesita traductores, ni manipuladores de sus sentimientos y criterios. Por eso pierden su tiempo quienes hacen esfuerzos para "arriarlo", con el fin de que brinde el espaldarazo a determinada candidatura. Él sabe cuándo trae el caballo, cómo lo ensilla y cómo maneja las riendas. No se precipite el coro de aduladores a interpretarlo. Él tiene su propia melodía.

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