miércoles, 24 de marzo de 2010

Las diferencias

Fernando Londoño Hoyos

La Patria, Manizales

Marzo 23 de 2010

Cerrada la Consulta Conservadora con el triunfo ajustado pero indiscutible de Noemí Sanín, queda abierto el debate sobre el futuro del partido y sobre la organización de las fuerzas uribistas para las próximas campañas. La señora Sanín obtuvo muchos votos para una consulta y muy pocos para aspirar con ellos a la Presidencia de la República y ni siquiera suficientes para tomar parte en una segunda vuelta que proceda con ese fin. Dicho con claridad elemental, si no consigue el apoyo de cuantos llegaron con Andrés Felipe Arias a las urnas, no tiene nada que decir en el debate que se viene. Noemí necesita de Arias, o mejor expuesto, necesita convencer para su causa a quienes lo acompañaron. Tratándose de un electorado de opinión, lo que cuenta es la opinión de toda esa gente, hasta ahora bien distante de lo que Noemí Sanín significa y pregona.


No convence la candidata conservadora cuando se dice fervorosa partidaria de la Seguridad Democrática. Porque el asunto es de harta profundidad y alcance, nada bien resuelto cuando se advierte que trabajó y luchó a la sombra del doctor Andrés Pastrana y de su grupo, encabezado por Juan Gabriel Uribe, mucho más cercano a Pastrana que a Noemí. Y Pastrana es la antítesis de la Seguridad Democrática. Pastrana es el Caguán. Es el diálogo con la guerrilla, es la entrega del territorio y de la dignidad del país a cambio de la esperanza fallida de apaciguar la fiera, que no de vencerla.


Ni una palabra ha dicho la señora Sanín de lo que opina sobre la Justicia Penal Militar, ni de la manera como se viene adelantando la guerra política contra nuestros hombres en armas. Aquello de los testigos falsos comprados en la Fiscalía General de la Nación, de las acusaciones infames de la izquierda en los Tribunales Internacionales, del ensañamiento de los medios de comunicación contra nuestros mejores combatientes, no han sido cuestión de su resorte. Nunca la oímos quebrando una lanza por los soldados de la Patria. Y sin claridad en esa materia no habrá segunda palabra por decir.


El modelo de Desarrollo Económico tendrá que ser materia de claridad absoluta. Arias ha demostrado que el Banco de la República se ha equivocado en el manejo monetario, con gravísimo daño para el crecimiento, y que tenemos largo espacio para defender una tasa cambiaria que no quiebre la producción nacional. La señora Sanín no se ha ocupado del tema, que siéndole tan ajeno bien hubiera podido ser expuesto por sus asesores.


En ese modelo de desarrollo viene implícita la cuestión agraria. Sobre la materia no ha dicho la señora Sanín cosa distinta a las que sabemos en contra de la honorabilidad de su contendor. Bien poco, para ser francos, porque una descortesía montada en una calumnia no valen como programa de gobierno. Sin que sepamos cómo se va a colonizar la altillanura, espacio para cambiar la historia de Colombia; sin que nos cuente sus remedios para la deforestación y su técnica para multiplicar varias veces la producción de biocombustibles, de caucho, de cacao, de soya y de maíz, no ha empezado el discurso para un país que entendió el campo, por fin, como eje central de su desarrollo; sin que se pronuncie sobre los planes para la Mojana y Urabá y su aproximación a la cuestión cafetera y al desafío ganadero para aprovechar tecnológicamente centenares de miles de hectáreas mal utilizadas, el problema queda intacto.


Nos queda pendiente la cuestión de la infraestructura, sobre lo que todo está por decir desde aquellas triunfadoras toldas. Pero algo mucho más serio y definitivo. El país reclama claridad sobre el equipo de gobierno. La doctora Sanín produjo un resultado sorprendente con los envejecidos gamonales del partido conservador y con alianzas ocasionales con enemigos del Gobierno de Uribe. Hay de ello pruebas matemáticas. Pero sin discutir ese cuestionable éxito, sugiere reflexiones sobre asunto mucho más complejo: si será con aquellos amigos de travesía con los que pretenda gobernar. La doctora Sanín tiene la palabra.