miércoles, 24 de marzo de 2010

Lecciones de mandarín: el cambio climático

Daniel Rincón

El Tiempo, Bogotá

Marzo 24 de 2010


Pocas son las noticias internacionales en las que China no tenga injerencia. Si damos una mirada a los recientes eventos mundiales de gran envergadura, China aparece como uno de los actores principales: la puesta en marcha de reactores nucleares en Estados Unidos; el resultado de la 15ª. Conferencia de las Partes de Cambio Climático (COP) en Copenhague 2009; la construcción de ambiciosos proyectos de infraestructura en el sureste asiático; los proyectos de exploración petrolera en el suroeste africano y algunos miles de inmigrantes ilegales chinos en los países andinos. Estos temas no están del todo desligados, y da la impresión de que se articularan bajo la politizada problemática actual: el cambio climático.

No es un secreto que la 15ª. COP, en diciembre del 2009, tenía puestos sus ojos en Brasil, China, India y Estados Unidos. Este último había sido la manzana de la discordia en 1997, cuando prefirió seguirle apostando a su proyecto de energía fósil y se negó a firmar el Protocolo de Kioto, razón por la cual el mundo tomaba -casi- por descontada su férrea voluntad de comprometerse a reducir emisiones de CO2 en Copenhague. Brasil, por su parte, llevaba propuestas interesantes y un catálogo de medidas internas que había puesto en marcha para aportar a la discusión, como su Fondo Nacional para el Cambio Climático (Fundo Nacional sobre Mudança do Clima - FNMC) y el primer reporte de las industrias sobre emisiones de gases de efecto invernadero (Programa Brasileiro Corporativo de Gases de Efeito de Estufa). No obstante, el gran productor internacional de bienes, China, y el gran productor internacional de servicios, India, optaron por vías distintas a los compromisos de emisiones reducidas que demandaba el mundo entero -¿europeo?- y, por lo tanto, Copenhague pasó a ser uno más de los costosos despliegues mediáticos y diplomáticos, que quedaría en la memoria de los entusiastas y en los récords de las Naciones Unidas.


Decir que a China la tiene sin cuidado el cambio climático es una torpeza, casi tan grande como creer que el mundo se acaba en el 2012, cuando lo que se acaba es la vigencia del Protocolo de Kioto. Las medidas adoptadas por China no son tan estrictas como las adoptadas en Bruselas, pero no por ello carecen de validez. El 27 de agosto del 2009 se expidió una resolución para combatir activamente el cambio climático (
关于积极应对气候变化的决议). De igual manera, China ha venido publicando proyectos de mecanismos de desarrollo limpio aprobados y la consolidación de funciones entre entidades públicas, como el Grupo de Coordinación de la Política Nacional de Cambio Climático (国家气候变化对策协调小组).


No obstante, las medidas adoptadas parecieran no ser proporcionales a la magnitud de emisiones de carbono que el apogeo chino trae consigo. Su inminente presencia en Sri Lanka, Bangladesh y Nepal, por no citar Myanmar (antigua Birmania), es una clara demostración de su poder económico y su visión de industrialización a largo plazo. Proyectos de infraestructura como el gigantesco puerto de Hambantota, en Sri Lanka, o la construcción de vías férreas en Nepal son evidencias palpables de consolidar una posición estratégica en el sur asiático, incluyendo Tailandia, Vietnam, Camboya y Laos, lo que traería consigo dos efectos considerables: competencia con o contra India por este mercado, con las consecuencias que ello implica; y el aumento de la huella de carbono global por emisiones antropogénicas.


Las cosas se ponen menos claras si a esto se le suma el acuerdo de cooperación para tratar el calentamiento global, firmado entre China e India el 21 de octubre del 2009 (
中国政府和印度政府关于应对气候变化合作的协定). Este acuerdo, que moldearía las relaciones comerciales y ambientales entre los dos países, incluyendo transferencia de conocimiento, creación de nuevas entidades, transferencia de tecnología y por supuesto emisiones de CO2, podría estabilizar los nefastos efectos de una malsana competencia y quizá, también, la repercusión de los dos gigantes del planeta en la discusión del cambio climático.


Los frutos de este acuerdo se verán reflejados en la próxima conferencia de las partes para el cambio climático (16ª. COP) en Cancún, México. Mientras tanto, el mundo seguirá presenciando atónito la vertiginosa y orquestada devaluación de las monedas extranjeras y el tránsito de la energía fósil hacia el controvertido mercado nuclear.