Aura Lucía Mera
El País, Cali
Diciembre 08 de 2009
Me despido de Quito en medio de una polémica sin igual. Mañana, 9 de diciembre, el gobierno de Rafael Correa decidirá si insiste con obligar a sancionar la Ley de Comunicaciones o ‘ley mordaza’, como se conoce ya en toda la población.
Mañana, 9 de diciembre, el pueblo, todos los estratos socioeconómicos, está citado para reunirse en la Plaza que colinda con el Congreso a insistir en su archivo.
Ecuador se siente amenazado en lo más sagrado: su libertad de expresión. Ecuador está dispuesto a luchar por ella, por su libertad, por su identidad y por decir y expresar lo que le da la gana, así el costo sea muy alto. Así el precio tenga sangre.
Leí con emoción que Víctor Jara, sus restos, después de más de 30 años, los pudieron llevar a su descanso final. Víctor Jara, aquel joven cantante y poeta que se atrevió a rasgar su guitarra cuando Pinochet blandía su espada mortal ante todo el que osara discrepar de sus ideas fascistas.
Víctor Jara inmoló su vida por no acallar su voz. La palabra es sagrada. La opinión es sagrada. La libertad de expresión es sagrada. La libertad de discrepar o apoyar gobiernos, leyes, regímenes, proyectos o cualquier actividad humana es sagrada. Si se silencian las voces, muere la vida. Como lo cantaba con esa garganta metálica y visceral Mercedes Sosa.
¿Qué sería de la humanidad sin la libertad de expresión? Ya lo sabemos: Cuba. La España del general Franco. El Chile de Augusto Pinochet. La Argentina de Rafael Videla. Rusia y sus satélites en los años atroces del comunismo. Ya lo sabemos. La humanidad queda mutilada, atada, amordazada, muerta en vida.
La Plaza de toros de Iñaquito se prendió en la cuarta corrida. Espontáneamente 17.000 espectadores de todos los estratos socioeconómicos empezaron a gritar: “Dictadura no. Democracia sí”. “Fuera Correa. Fuera”. “Libertad. Libertad. Libertad”.
Veremos qué sucede mañana miércoles. El presidente Rafael Correa está ‘cabreado’. Su psicopatía, su soberbia y su arrogancia están lejos de permitirle una rectificación. Pero, creo que, sino lo hace, su final se acerca, Ecuador es un país de gente verraca, defensora de sus derechos. Que jamás permitirá que la silencien.
Estaré pendiente. Mientras tanto, estaré aterrizando en la tierra de Víctor Jara, de Violeta Parra, tierra que fuese testigo de la sangre de miles de hermanos que en un momento histórico prefirieron morir antes de silenciar su voz.
El mismo Jesucristo lo afirma. Fue cuando “el verbo se hizo carne que habitó entre nosotros”. Ningún pueblo, ningún ser humano, ningún ciudadano de cualquier país debe permitir que lo silencien.
Los medios de comunicación, cualquiera que sea su orientación, son intocables. Y en la variedad de sus opiniones y conceptos es que radica la verdadera información, el espacio para el análisis y el terreno para discrepar o apoyar. Viva Ecuador libre de mordazas. Me uno a su clamor.
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