viernes, 17 de abril de 2009

Semana tras semana

Por Rubén Darío Barrientos

El Mundo, Medellín

Abril 16 de 2009

 El 27 de febrero de este año, José Obdulio Gaviria dio unas declaraciones a El Espectador, en donde denunció dos hechos aparatosos: el primero, inherente a que la Fiscalía ‘al parecer’ les vende información a los medios y, el segundo, vinculado con una cita llevada a cabo en el restaurante Matiz de Bogotá, en donde se fueron de juerga el Fiscal Iguarán, dos subalternos suyos de la entidad fiscalizadora, varios periodistas y el director de Semana Alejandro Santos.

No lo dijo Gaviria, pero luego se supo que el Fiscal Yezid Lozano, encargado de las chuzadas telefónicas del DAS, también estuvo presente en la misma francachela. 

Lo que reveló Gaviria no es grave, es gravísimo. 

Y es que llama la atención el hecho de que semana tras semana, la revista Semana publica –con bombos y platillos- información escandalosa y tumba-personajes, que nadie sabe de dónde diablos pudo extraer. Se ve a la legua que es filtrada, porque obtenerla es absolutamente imposible dados la reserva y el sigilo de la investigación. Dirán en el medio capitalino que el periodista no está obligado a revelar la fuente, pero la magnitud de la información hace colegir que o bien se compró la noticia o bien hay interés en divulgarla con sonoridad. Ahí José Obdulio tiene toda la razón. 

A juzgar por la nota intitulada “El fallo que no fue” (edición 1405 de Semana) y que se refiere a la decisión que el ex procurador Edgardo Maya tenía lista por el escándalo de la ‘Yidis-política’, que no entiende uno cómo se filtra, este medio ya no sólo recibe el endoso de información top secret de la Fiscalía sino también de la Procuraduría. Tal vez el lector desprevenido, impregnado del morbo de la información, no le para mientes a la procedencia de la noticia. Por supuesto, el medio se cuida de no incluir crédito de periodista alguno sino que suelta la primicia sin responsable directo (persona natural). 

¿Qué hacía el Fiscal Iguarán departiendo con el director de Semana, bajo etílicos? ¿Qué hacían otros fiscales con periodistas en la misma mesa y bajo igual fragor de parranda? Quedan interrogantes muy titinos, que se resuelven semana tras semana en Semana. Y la situación es tan engorrosa, que si bien hace inclinar a este medio como el receptáculo de noticias boom, tampoco escapan a las fauces de Cambio, El Tiempo y El Espectador, filtraciones de magnitud. Para todos se ha creado una figura de anonimato, que ha resultado infalible: el área de unidad investigativa. Es una forma simple de hacer creer en un colectivo, en donde nadie da la cara. Y termina el medio como responsable de las tutelas, pero luego las gana. Así como Santos Rubino hace poco se deshizo de otra más. 

Un columnista dijo una verdad de a puño: “filtrar información es otra forma de ganar credibilidad”. Y nadie investiga cómo llegan las noticias a Semana. Por ser de notoriedad pública, cada vez que aparezca una información con reserva al ciento por ciento, debería abrirse un proceso para señalar culpables e infidentes. Pero nada ocurre en nuestro país. También pasó de agáchese que las piezas investigativas utilizadas por Gustavo Petro en el debate sobre paramilitarismo en Antioquia fueran obtenidas por el ‘correo de las brujas’. De contera, la hija de Jaime Dussán trabaja en la Fiscalía. Todo muy sospechoso, en verdad. 

¿Podremos soñar con que algún día en Colombia se investigarán los nexos entre funcionarios de la Fiscalía (y ahora de la Procuraduría) con directores de medios, como Semana? ¿Sabremos, por fin, si esas informaciones en nuestro país se adquieren (pagan) o se filtran por intereses marcados? ¿Seguirán los medios grandes del país, muy campantes, entregando secretos bajo los auspicios de unidades investigativas de índole fantasma? Como nos encanta el morbo, perdimos la verdadera criticidad: la que fluye de la limpieza de la información, que no del subterfugio.

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