miércoles, 10 de marzo de 2010

Analicemos el paro

Luis Ernesto Gillibert

El Nuevo Siglo, Bogotá

Marzo 10 de 2010


Cómo no hablar del paro de transporte que se presento la semana pasada en Bogotá, nunca la ciudad había sobrellevado una suspensión del transporte público de esas dimensiones; los invito a revisar algunos puntos que nos pueden llamar la atención pues no es posible vivir una situación tan grave y no hacer un examen para sacar enseñanzas y conclusiones.


Me atrae poderosamente la atención el orden y la obediencia como se movieron los transportadores en la tarea, demostraron envidiable disciplina y una coordinación a prueba de saboteos, ¿sería que el movimiento contaba con auditores o controladores que, minuto a minuto, estaban monitoreando el comportamiento de los comprometidos con el paro, o a lo mejor se logró ese estado de organización con algo de coacción y amenaza? Sólo pregunto para claridad de mis amigos lectores. Quisiera un poco de ilustración sobre la participación de los taxistas en el movimiento de protesta, se sumaron a un tema totalmente ajeno, pregunto de nuevo ¿quién o quienes conformaron las fuerzas generadoras de este apoyo, hasta donde entiendo nunca solicitado? -por lo menos públicamente-. La verdad debemos felicitar a los organizadores por el planeamiento del acto, digno creo de mejores y más altruistas fines.


Aunque no creo que sea el caso, -¿o será que me equivoco?- quiero recordar que en estas protestas con riesgo de alteración, los dirigentes acuñan planes alternos contemplando jugadas maquiavélicas, donde programan acciones tendientes a generar desórdenes encaminados a mover una insurrección popular acorde con sus deseos, para lo cual utilizan jóvenes, en algunas ocasiones vestidos de estudiantes luciendo uniformes de diferentes colegios o simplemente adolescentes dispuestos a seguir consignas de protesta por convicciones distorsionadas, dejándose utilizar sin medir las consecuencias de sus actos; en otro sentido tenemos los muchachos manejados económicamente, comprometiéndose a efectuar acciones vandálicas a cambio de reconocimientos monetarios.


En el caso que nos ocupa la fuerza pública logró neutralizar esos brotes de violencia no obstante presentarse desmanes y vandalismo, seguramente hoy investigados minuciosamente. La verdad debemos nuevamente felicitar a los organizadores, pues los veo marginados de estos hechos, porque de lo contrario se encuadran en el Código Penal.


De las consideraciones anteriores podemos sacar conclusiones, pero son más importantes las enseñanzas y debemos pensar que esta situación muy posiblemente se puede volver a presentar, pues de todo lo vivido se adivina una intención concebida por parte de los transportadores de impedir la implantación del Sistema Integrado de Transporte, lo que para nadie es un secreto ante la dimensión del movimiento de protesta soportado por los bogotanos, quedandó demostrada por la profundidad de la carga utilizada en el movimiento; escenario que en el caso de repetirse dejaría mal parados los gobiernos y el futuro del trasporte. Infortunadamente ante estas negociaciones lo primero que exigen los organizadores es el desistimiento de actuaciones jurídicas y judiciales en contra de organizaciones y organizadores, quedando por lo tanto libres de cargos pero nunca de sospechas los directores de estos movimientos.

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