Miguel Yances Peña
El Universal, Cartagena
Marzo 1 de 2010
Que no nos embargue el pesimismo, pero los años de cambio de gobierno, y el primer año (2011) del que elijamos, suelen ser muy complicados. Los capitales se recogen temerosos y observan, y en consecuencia el empleo y la demanda interna se contraen.
Es el temor a que el nuevo gobierno decida modificar el escenario que les ha permitido actuar con tranquilidad; o a que el Congreso resultara mayoritariamente no gobiernista, y se dedicara al chantaje, o a atravesar palos en la rueda al ejecutivo para deslucir la gestión, y mantener al grupo contradictor con opciones de poder hacia el futuro.
Este comportamiento típico de un proceso electoral en cualquier país subdesarrollado del mundo, se acentúa en Colombia por los tentáculos del chavismo que quiere poner presidente también aquí; el nuevo camuflaje de la izquierda; y la posible división de los partidos continuistas, que ponen en peligro una transición de mando sin traumatismos.
Excluyendo a los minoritarios, que sólo quieren pescar unos reembolsos por votos obtenidos, o negociar su adhesión a alguno de estos (para todo da el circo) en el panorama político colombiano se distinguen tres grandes grupos políticos: los continuistas, entre los que hay quienes querían la reelección, y quienes no. El partido liberal, que en el fondo también es continuista, pero quieren en la presidencia a alguien del partido que distribuya entre ellos la burocracia y los contratos: sienten que Uribe les hizo conejo, porque se rodeó de antioqueños y costéenos, y no de cachacos. Y la izquierda en todos sus matices (tan unida y desunida a la vez), que también se está volviendo uribista (quien pudiera creerlo), pero que mantiene una posición firme y retrograda en contra de los acuerdos comerciales con los países desarrollados; disienten en la forma de lograr la paz, que para ellos no pasa por la seguridad, si no tal vez, por el utópico camino de tener a todos contentos; son antiyanquis y muestran cierta simpatías por las ideas socialistas del llamado Movimiento Bolivariano, que lidera Hugo Chávez en el subcontinente.
Enumeré los tres grupos en el orden ascendente de intranquilidad (o descendente de tranquilidad, que es lo mismo) que su posible ascenso al poder genera en la economía del país, que afortunadamente también es el orden descendente de las posibilidades reales que tiene cada uno de llegar al poder.
Aunque esas sean peleas de políticos, como dicen por acá en la costa, y en últimas nada cambiará, logran afectar la tranquilidad que tanto valoran quienes deciden invertir en el país, y el bolsillo de todos los colombianos.
No obstante creo, que el temor a que salga elegido un gobierno, que bajo el supuesto de que todo lo anterior fue malo gire 180 grados en estas políticas públicas, será determinante del voto para elegir parlamentarios primero, y luego presidente de la República: la gente no querrá arriesgar lo conseguido.
Esa percepción, y la entrada en vigencia de varios tratados comerciales (imán para la inversión nacional y extranjera) nos permiten seguir siendo optimistas a pesar de ser el 2010 un año electoral y no repetir Uribe.
No dudo que la misma percepción tendrán los inversionistas. Para hacerla realidad, los continuistas deberán ir unidos a la primera vuelta.
*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe
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