miércoles, 3 de marzo de 2010

De Estados Unidos a Europa

Editorial

El País, Cali

Marzo 03 de 2010


En una rápida negociación que simboliza la voluntad de las partes, la Unión Europea, UE, alcanzó un acuerdo con Colombia y Perú para firmar un Tratado de Libre Comercio. Negociación oportuna que ojalá entre en vigencia a la mayor brevedad y no se dilate en dudas eternas y vacilaciones como las que muestra el Gobierno de los Estados Unidos frente a un tratado de las mismas características.

Bastaron nueve rondas en menos de un año para alcanzar un acuerdo que traerá beneficios plausibles para las partes. Pero, sobre todo, que significa la voluntad política de la UE con respecto a nuestro país: apoyo a nuestro desarrollo, confianza en nuestras instituciones y compromiso estable y de largo plazo en abrir sus mercados para que los productores colombianos compitan en países con alto desarrollo y capacidad de consumo, así se presenten dificultades.

A nadie se le puede escapar que el viejo continente es hoy un mercado cuyos consumidores tienen un ingreso promedio de US$32.000 al año. Y que si hoy demanda una gran cantidad de productos colombianos, en especial agrícolas y mineros, en el momento en que el Tratado entre en vigencia podrán acceder al mercado europeo más del 60% de las manufacturas nacionales sin pagar arancel. Más importante aún, es que se resolverán en forma definitiva controversias como el gravamen para el banano que Europa ha fijado para ayudar a los países africanos y a sus antiguas colonias.

Por supuesto, una vez entre en vigor, el tratado significa recibir la competencia de bienes producidos en la UE. Incluso, existe la inquietud de que los enormes subsidios que Europa le otorga a la leche y sus derivados se conviertan en una amenaza contra la producción nacional de lácteos. Esa fue la razón por la cual la novena y última ronda dejó para una posterior oportunidad el logro de un acuerdo sobre la materia.

Pero desde otras perspectivas igual de importantes al comercio, el Tratado es ventajoso para Colombia. “Es político; es mucho más que un acuerdo comercial y va a significar mucho en las relaciones entre Colombia y la Unión Europea”, afirmó María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta de España. Y agregó: “El tratado es la expresión de la lucha contra la violencia, refuerza la relación bilateral de diálogo e incluye todas las recomendaciones hechas por los diferentes grupos, así como las del Parlamento Europeo”. Sobran las explicaciones sobre la intención que debe acompañar a las partes cuando se realizan negociaciones de ese tipo.

Y parece ser lo contrario a lo que le sucede al TLC con los Estados Unidos. Ahora, la retórica de ese país indica que, cuatro año después de negociado, aprobado y firmado, el gobierno del presidente Obama se apresta a exigir más cambios a nuestra legislación laboral y más protección a los sindicalistas, como si no existieran evidencias de que todo ha cambiado en Colombia. Una manera poco elegante de mezclarle a la política internacional los afanes por congraciarse con el sindicalismo de su país. Y de dejar en el aire los compromisos con un país que ha sido su aliado en América. Por eso, nuestra Nación debe buscar socios serios en otras partes.

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