miércoles, 3 de marzo de 2010

Hugo Chávez y los Derechos Humanos

Emilio Cárdenas*

El Diario Exterior, Madrid

Marzo 3 de 2010

Una reciente editorial del diario "La Nación" de Buenos Aires, recordando la muerte heroica del disidente cubano Orlando Zapata Tamayo, decía que en Cuba se encarcela a los disidentes "en condiciones infrahumanas y se los deja morir, como acaba de ocurrir". Agregando: “Los Estados Unidos y la Unión Europea, como cabía esperar, condenaron de inmediato lo sucedido. Los organismos regionales latinoamericanos, como también cabía esperar, no lo hicieron. La gran mayoría de los presuntos defensores de los derechos humanos en nuestro país, tampoco. La Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) no encontró razón alguna para emitir un comunicado conjunto condenando lo sucedido. El Grupo de Río permaneció en silencio. Los líderes progresistas no se conmovieron”. Y así fue.


Pero sigue diciendo: “Cabe preguntarse entonces si la creación de organismos regionales paralelos a la Organización de Estados Americanos (OEA), a la que se empuja ahora a la intrascendencia por el simple afán de excluir a los Estados Unidos, no puede tener como objetivo encubierto silenciar, diluir o minimizar las esfuerzos en pro de los derechos humanos. El Presidente de Brasil,
Luiz Inacio “Lula” de Silva, estaba con los Castro en Cuba cuando murió Zapata Tamayo. La sensación de hipocresía es casi inevitable. Por años se ha permitido con un silencio cómplice que el régimen cubano pisoteara la libertad de su pueblo y condenara a sus ciudadanos por el absurdo crimen de disentir. Por esto el final de Zapata Tamayo agiganta su protesta, que obliga a reflexionar primero y a actuar después. De nada vale lamentar su muerte si las condiciones que la provocaron no se modifican. Cuando hay voces que reclaman la plena vigencia de una democracia hoy amenazada en distintos rincones de la región por un autoritarismo creciente que se alimenta desde La Habana y Caracas, el dramático llamado de atención que nos llega desde Cuba no debe pasar inadvertido”.


Hay ahora otra advertencia, también seria. Proviene nada menos que de la propia
Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA que acaba de señalar que el “gobierno” de Chávez, en su absoluta intolerancia, “aplica serias restricciones a los derechos humanos de su pueblo”. Recordando, además, que en Venezuela ya no existe la independencia entre los poderes del estado, incluyendo al Poder Judicial que es poco más que un agente de Chávez, y que tampoco existe allí libertad de expresión. Como es evidente.

Muchos ciertamente no necesitábamos de ese informe para saber que las cosas son desgraciada y efectivamente así en Venezuela. Desde hace rato ya que el caribeño está mostrando al mundo su mezcla de autoritarismo y profundo desdén por el respeto a los derechos humanos y las libertades esenciales de sus conciudadanos, tratando de borrarles del cerebro todas las pautas y principios (especialmente los democráticos) que difieren del discurso único que pregona, que exige sólo obediencia al mandato del propio Chávez, que todo lo inunda.


Lo de Chávez es una marcha -cada vez más acelerada- por el camino opuesto al de la democracia. Cada vez su país está más parecido a
Cuba. El final -si las cosas no cambian- Venezuela será inevitablemente el de una cárcel inmensa, parecida a la de Cuba.


¿Qué dice Chávez ante lo de la OEA? Lo esperado.


Primero, que el informe es “inefable e ignominioso”. Esto es, que “no lo puede explicar con palabras” (lo que, viniendo del verborrágico más grande de la escena política mundial, es absolutamente insólito) y que, además, es una “ofensa pública” a su país.


La ofensa en todo caso es lo que hace
Chávez, esto y no otra cosa es lo que quiere decir el llamado de atención que nos llega, a todos, desde la OEA.

Segundo, anuncia que Venezuela se retirará de la OEA. Dueño de su pelota, se la lleva y deja de jugar en la región. Se auto-excluye. Para seguir su marcha inexorable hacia la dictadura. Lo hace con su habitual estilo, ordinario y soez como pocos, porque aprovecha para decir que el informe es producto de “comisión nefasta” y que “no vale la pena permanecer adscrito a la mafia que hay allí”. Textual.


Venezuela camina ahora, queda visto, hacia la denuncia del acuerdo a través del cual decidiera, en otros tiempos, formar parte de los organismos regionales de derechos humanos. Hoy le molestan. Porque pretende seguir violándolos, es obvio.


Para la región: ¿No es hora de comenzar a advertir seriamente a
Chávez que, si no cambia de curso, no sólo tendrá que irse del sistema regional, hasta más allá de la OEA, sino que será obligado a hacerlo, porque es inadmisible que viole impunemente las pautas básicas de convivencia en la región ante el silencio de sus pares? ¿O es que Chávez y los Castro tienen patente para delinquir?


Los tiempos se acortan para comenzar a llamar a las cosas por su nombre. Por suerte, la
OEA ha comenzado a hacerlo. Al menos desde uno de sus rincones. Falta ahora que se decida -de una buena vez- a cumplir con la Carta Democrática Interamericana, que Chávez ha venido pisoteando como si para él no existiera. Hasta ahora su actual Secretario General, el chileno Insulza, ha sido más que indolente a la hora de hacer respetar en toda su extensión esa Carta.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

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