miércoles, 3 de marzo de 2010

Extrañar a Uribe

Alberto Velásquez M.

El Colombiano, Medellín

Marzo 3 de 2010


Si bien es cierto que otra reelección no solo era inconstitucional -como lo acaba de decir la Corte- sino inconveniente, tanto para el prestigio del actual Presidente como para la estabilidad y seriedad de la democracia colombiana, el país va a extrañar a Uribe.


Y lo va a extrañar, quizá más pronto de lo que se calcula. No porque sea imprescindible. Ni tampoco porque sea hombre único. Lo va a echar de menos por su estilo para gobernar. Para actuar con liderazgo, con la capacidad de acción y devoción por trabajar sin desfallecimiento, en un país en el cual estos atributos se habían ido desvaneciendo, especialmente en los últimos gobiernos.


El país va a extrañar al presidente Uribe. Si bien veíamos con preocupación institucional y personal su permanencia por otros cuatro años en la cabeza del poder Ejecutivo, no vemos ahora con nitidez, dentro de lo que se ofrece en el cicatero mercado electoral, quién lo pueda suceder con la misma solvencia intelectual que demostró en sus ocho años de gobierno.


Sin creer que era un mesías, como lo proclamaban intransigentes furibistas para responder a los uribistas de corazón y de razón, sabemos que al ponerle punto final a su carrera reeleccionista, se corre un riesgo que en toda democracia real hay que experimentar.


La democracia auténtica, legítima, se fundamenta en la alternación de hombres, ideas y propósitos, para que sea creíble, confiable y aplicable, con reglas de juego enmarcadas en las garantías de transparencia y respetabilidad. Las cadenas de reelecciones son las que en la América populista mueven los chávez, los correas, los evos y demás elencos del circo de los megalómanos.


Con tantas irregularidades en el trámite del Referendo, era imposible que la Corte lo aprobara. Ésta le notificó al país con su fallo, que no negaba el derecho de usar las herramientas constitucionales de participación ciudadana, sino las formas absurdas y chambonas de los medios utilizados para alcanzar aquel fin.


No podía conceder la exequibilidad de un acto jurídico que se brincó, con desparpajo y desvergüenza, las normas consagradas en aquellas leyes del derecho y en las reglas éticas, necesarias y suficientes para que tuviera aplicación correcta.


No será fácil para su sucesor llenar tal vacío. Pero tendrá que hacer un esfuerzo para lograrlo.


Incómodo para quien lo suceda moverse, por todos los desafíos que plantea el gobernar un país con tantos problemas, sin cavilar en esas referencias del liderazgo de Uribe y sin calibrar la influencia que tendrá como ex presidente.


Seguramente esa influencia no será la mezquina como la de algunos de sus antecesores, sino la enriquecedora del debate productivo. Él mismo lo ha vaticinado: "servir a Colombia desde cualquier trinchera hasta el último día de mi vida".


El país confía en verlo más cerca de la posición racional de Belisario, que de la discutida como estorbosa del resto de ex presidentes que andan sueltos, como ánimas en pena, dando palos de ciegos sin acertar en decisiones patrióticas.


Prepárese Uribe para contabilizar defecciones de quienes hasta ayer lo adulaban. De aspirantes presidenciales que le demostraban solidaridad y una vez conocido el fallo de la Corte, comenzarán a considerarlo figura estorbosa para sus proyectos de gobierno.


No faltarán en esta danza de la tragicomedia, comentaristas y organizaciones de extrema que estimularán acusaciones ante instituciones internacionales, así estas audacias no prosperen, sólo para mortificarlo e intentar empañar su gestión de gobierno, uno de los mejores en las últimas décadas en el país.

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