lunes, 15 de marzo de 2010

Leche cortada

Editorial

Portafolio, Bogotá

Marzo 14 de 2010

En medio de los fragores de la campaña electoral que ayer terminó su primera etapa, han pasado relativamente desapercibidas las salvas disparadas por los gremios ganaderos en contra del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y la Unión Europea.

Como se recordará, la negociación con el Viejo Continente terminó a finales de febrero al cabo de nueve rondas en las cuales se trataron los más diversos temas. Si bien han de pasar muchos meses antes de que lo pactado entre en vigor, pues faltan los textos definitivos que deben redactar los abogados, la traducción de estos a los 15 idiomas que se hablan en el bloque comunitario y su remisión a los respectivos Parlamentos para su ratificación, desde ya los productores nacionales de leche están diciendo que fueron los sacrificados. "El equipo negociador hizo un mal trabajo", sentenció el presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie.

El meollo del asunto radica en el esquema acordado para la entrada de leche y sus derivados al país. Este no fue un punto fácil en las discusiones y de hecho fue el único que quedó abierto una vez terminada la última cita en Bélgica, entre otras, porque los representantes del sector privado prefirieron devolverse antes de que concluyera la ronda, alegando compromisos previos.

Sin embargo, y a pesar de reuniones adicionales en Bogotá y de concesiones extras de los europeos como resultado de un par de conversaciones telefónicas entre Álvaro Uribe y el presidente de la Comisión, el portugués José Barroso, los gremios del sector enfilaron sus baterías contra el TLC.

La controversia ha surgido porque cuando entre en vigencia el pacto, el Viejo Continente podría vender 4.000 toneladas de leche en polvo al año en Colombia, que equivalen a unos 30 millones de litros, con un arancel del cero por ciento. La cantidad anotada representa menos del 0,5 por ciento del consumo nacional, pero aumentaría en 10 por ciento anual hasta llegar a un escenario de desgravación total al cabo de década y media.

No obstante, el trato es que dichas importaciones no pueden ser subsidiadas por los europeos y que durante 17 años existirá un mecanismo de salvaguardia que se activa si el crecimiento de estas llega a ser del 120 por ciento entre un periodo y otro. Nada de eso, sin embargo, ha logrado calmar a los gremios que han llegado a anunciar la ruina del sector lechero.

Lo sucedido, además, ha develado fisuras entre los productores y sus representantes, como lo demuestran los dardos intercambiados entre Colanta y Fedegán, con acusaciones de marca mayor. Por otra parte, resulta curioso que nadie ha anotado que lo negociado es, de hecho, mejor que lo que se logró en el TLC con Estados Unidos, en el cual las salvaguardias son mucho menores y los cupos de importación más grandes. Si se tiene en cuenta que tanto europeos como norteamericanos son exportadores importantes de alimentos, las alertas deberían haber sonado antes.

Ante lo sucedido, es evidente que hay que hacer una evaluación con cabeza fría, ojalá desprovista de intereses políticos que también están en juego. La razón es que el pacto comercial con Bruselas es muy importante para crearle un mal ambiente que puede llegar a comprometer su ratificación en el Congreso colombiano, en donde hay una cuota alta de terratenientes.

En ese sentido, es clave un análisis realista sobre si de verdad existe un riesgo para los productores nacionales. También hay que mirar la competitividad del sector, para lo cual el Gobierno se ha comprometido a presentar un documento en el Conpes, que debería desembocar en acciones concretas. Irónicamente, los propios europeos han ofrecido cooperación técnica, ya que el país tiene condiciones para convertirse en un exportador de leche y sus derivados.

Al mismo tiempo que esto ocurre, la marcha del TLC con la Unión Europea debe continuar. El motivo principal es que el 99 por ciento de la oferta exportable colombiana en industria y pesca entraría libre de aranceles a un mercado de 500 millones de personas con un ingreso por habitante superior a los 32.000 dólares anuales. Además, las mejoras en banano, azúcar, aceite de palma y flores, abren nuevas posibilidades y permiten afirmar que, como un todo, el campo colombiano va a crecer más, gracias a las ventajas logradas con el Viejo Continente.

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