jueves, 11 de marzo de 2010

Otra vez Ortega en escena

José E. Mosquera

El Mundo, Medellín

Marzo 11 de 2010

De nuevo se han reactivado las centenarias disputas que mantienen desde el siglo XIX el Reino Unido y Argentina por la soberanía de las islas Malvinas, litigio que en la década del ochenta del siglo pasado desencadenó un enfrenamiento militar entre los dos países que terminó con una humillante rendición de las Fuerzas Militares argentinas.

Ahora, argentinos y británicos viven momentos de fuertes tensiones diplomáticas por unas exploraciones petroleras que han comenzado a hacer empresas británicas en aquellas islas en disputa. Un enfrentamiento que no se ha reactivado solamente por las exploraciones petroleras, sino por algunas razones políticas, debido a los problemas internos que afronta el gobierno de la presidenta Cristina Fernández.

Pese a que los argentinos tienen probados derechos jurisdiccionales sobre dichas islas que están a más de 14 mil kilómetros de las costas del Reino Unido, Londres sigue defendiendo aquel enclave colonial que considera determinante para sus intereses geoestratégicos en el cono sur.

El tema fue tratado por los mandatarios latinoamericanos en la reciente cumbre de Cancún, con una declaración de respaldo a las reclamaciones de Argentina. Sin embargo, aquellas tensiones diplomática entre Londres y Bueno Aires están siendo utilizadas mediáticamente por muchos mandatarios latinoamericanos para hacer populismo, entre ellos, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra, que volvió a calentar en Managua el debate sobre las disputas limítrofes entre Nicaragua y Colombia por las Islas de San Andrés y Providencia.

Un asunto que empleó hace tres años para distraer la atención de los nicaragüenses sobre los problemas de gobernabilidad en su país; el mismo sofisma que utilizó en el 2007, en víspera de una reunión del Plan Puebla Panamá, en México, cuando acusó a Colombia de estar armando alianzas con Honduras y Costa Rica para despojar de dominios territoriales a Nicaragua.

Por lo tanto, el presidente Ortega, está utilizando otro libreto casi que calcado para señalar que el Tratado de Delimitación entre Honduras y Colombia, firmado en 1986, “lesiona los derechos soberanos de Nicaragua en el mar Caribe, al pretender imponer a nuestro país, límites unilaterales y arbitrarios, a través de un reconocimiento recíproco de Honduras y Colombia de sus pretensiones en el Mar Caribe, en perjuicio de los derechos territoriales de Nicaragua”.

El gobierno de Ortega, alega que es un lío que surge por las pretensiones de Honduras de querer fijar la frontera marítima entre los tres países en el Mar Caribe, en la línea del paralelo 14°59´08”. Lo claro en todo esto es a que el presidente Ortega desde que asumió el poder se ha dedicado a atizar disputas limítrofes con los países vecinos como una estrategia política para cohesionar respaldo interno.

Y es por eso que, a pesar de que hace un año la Corte de La Haya en una decisión salomónica dirimió el pleito territorial y marítimo con Honduras, otorgando dominios sobre cuatro islas y reconociéndole a Managua sobre 130.000 kilómetros cuadrados y, aún el gobierno de Ortega sigue alimentado malentendidos jurisdiccionales con los hondureños.

Igualmente ha pretendido desconocer la validez del Tratado Esguerra- Bárcenas, suscrito entre su país y Colombia, que fijó la línea fronteriza en 1928, y por medio del cual Nicaragua reconoció como territorio colombiano el archipiélago de San Andrés. Así como Colombia acepto los dominios de Managua sobre la costa de Mosquitos y las islas de Mangles, Corn Island y Littie Corn Island.

Un diferendo que fue discutido durante más de una década por las delegaciones colombo-nicaragüenses y, que finalizó con la firma y ratificación del mencionado tratado. Lo insólito es que en 1980, 52 años después, en una decisión calificada de inaudita, la Junta de Reconstrucción Nacional de Nicaragua decidió declarar “la nulidad e invalidez del tratado”, alegando que en aquel momento su país estaba bajo la ocupación norteamericana y, que desde luego, el arreglo fue producto de una imposición de Estados Unidos.

De acuerdo con la tesis de Managua, un acuerdo firmado bajo aquellas circunstancias carece de validez jurídica. Por ende, eso lo que indica es que de prosperar los argumentos de Nicaragua, todos los tratados firmados por los gobiernos nicaragüenses entre 1916 y 1930 quedarían sin ningún tipo de validez.

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