viernes, 5 de marzo de 2010

Un enemigo encubierto de Colombia

Editorial

El Mundo, Medellín

Marzo 5 de 2010

Compartimos la perplejidad del presidente de la Andi ante los “nuevos” requerimientos de la oposición demócrata al TLC.

Aun en los peores momentos hemos mantenido la confianza en la suerte del Tratado de Libre Comercio con EEUU y en que su ratificación por el Congreso es cuestión de paciencia; y la dimos como un hecho sobre todo después de la elocuente declaración del presidente Obama, en su discurso sobre el Estado de la Unión de finales de enero, cuando habló de “aliados clave” – Colombia, Panamá y Corea del Sur – con los que se proponía fortalecer los acuerdos comerciales, y que entendimos como un clarísimo mensaje de apremio a los legisladores para que procedieran a debatirlos. Esa línea presidencial ha sido reafirmada y reiterada desde entonces, en distintos escenarios, por la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, por el embajador Brownfield y por el jefe de la diplomacia estadounidense para América Latina, Arturo Valenzuela, entre otros altos funcionarios.

Por ir en abierta contravía de esa línea nos sorprende la notificación del Representante Comercial, Ron Kirk, durante la audiencia del miércoles en el Senado, en el sentido de que en los próximos meses enviaría al Gobierno de Colombia otro cartapacio de condiciones, para ser resueltas antes de que el proyecto pueda ser puesto a consideración del Congreso. Ese memorial que nos anuncia mister Kirk contendría – según el corresponsal de El Tiempo en Washington – “normas y leyes laborales que deben ser aprobadas o reformadas”. Sin entrar en detalles, agrega el reportero, habló de medidas en el campo de los derechos laborales y del encausamiento y castigo de los responsables de la violencia contra los sindicalistas.

El representante comercial –anota el cronista– se muestra muy preocupado por los tratados que Colombia viene firmando con competidores como Canadá o la Unión Europea, pero dice que había que tener en cuenta al trabajador estadounidense y los empleos que se han perdido por la firma de tratados como estos. A lo cual le habría increpado el senador Chuck Grassley: “Ellos siguen firmando tratados y nosotros nos estamos quedando al margen”. Y su colega Pat Roberts complementó: “El TLC con Colombia es muy importante porque además contiene elementos que convienen a la seguridad nacional de Estados Unidos”. Curiosamente, esos reconocidos defensores del TLC con Colombia, que hacen esas críticas al señor Kirk, están recogiendo casi textualmente lo que dijo el presidente Obama en aquel discurso: “Tenemos que buscar nuevos mercados tan enérgicamente como nuestros competidores lo están haciendo. Si Estados Unidos permanece al margen mientras otros países firman tratados comerciales, perderemos la oportunidad de generar empleo y prosperidad en nuestro territorio”.

Compartimos la perplejidad del doctor Luis Carlos Villegas, presidente de la Andi, ante los aparentes “nuevos” requerimientos de la oposición demócrata al tratado, esta vez aupados por un funcionario del Departamento de Comercio que se revela como un proteccionista a ultranza, un aliado y defensor de los intereses de los grandes sindicatos norteamericanos y un petardista del libre comercio y, particularmente, del acuerdo con Colombia. Explica el doctor Villegas – con la autoridad que le da el hecho de haber acompañado, en representación del empresariado, al equipo negociador de Colombia – que en la lista de condiciones del señor Kirk no hay realmente nada nuevo ni que se haya dejado de hacer en su momento. Comenta que desde que el Partido Demócrata tomó las mayorías del Congreso, hace casi dos años y medio, “se hicieron reformas y adiciones al TLC por cuenta de esa petición de la mayoría demócrata y con esas reformas se aprobó el Tratado de Perú, que fue firmado y puesto a consideración del Congreso poco después de la firma del nuestro, y ahora volvemos a salir con la misma pro forma”.

Hace precisamente dos años y medio dijimos aquí que, para derrotar a los enemigos declarados del TLC en EEUU en su pretensión de sabotear su aprobación en el Congreso, Colombia debía adoptar una posición de dignidad, como la que asumió Perú en su momento y que quizá fue definitiva para conseguir más rápidamente su objetivo. Y lo decíamos como crítica al lobbismo exagerado que aquí hemos adoptado como estrategia principal, con resultados bastante discutibles y dejando más una sensación de sumisión que de efectiva defensa de los intereses nacionales. Este es uno de esos casos en que no dudamos en recomendar al Gobierno que, a través de la Cancillería y del Ministerio de Comercio, manifieste su total rechazo a quien, en forma encubierta, tratando de disimular su posición política anticolombiana, pretende petardear desde adentro la ratificación del TLC, en abierto desacato a una línea claramente trazada al más alto nivel de la Administración Obama.

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