Por Alicia Eugenia Silva *
El Tiempo, Bogotá
Junio 17 de 2009
Quienes hemos vivido en Bogotá hace más de 15 años sabemos de las transformaciones urbanas que se dieron en la ciudad en la última década del siglo pasado. Las tasas de homicidio comenzaron a bajar desde 1994, la calidad de vida y el espacio público mejoraron, pero mucho se ha deteriorado desde la llegada del Polo al poder.
El ex alcalde Garzón quiere convencer a los colombianos de que él también construyó sobre lo construido, sin explicar cómo deterioró los logros alcanzados con el esfuerzo colectivo de los bogotanos.
El señor Garzón acabó con el sistema de información unificada de violencia y delincuencia, abandonó por completo la malla vial, dejó deteriorar la movilidad de la ciudad, el espacio público y la transparencia política que imperó durante unos años.
A pesar de lo anterior, la ciudad no cayó en crisis gracias al impulso que traía la capital y al crecimiento económico del país entre el 2002 y el 2006. Este crecimiento se explica en parte por la confianza inversionista del primer gobierno de Álvaro Uribe, y no por la gestión del primer alcalde del Polo.
Hasta ahora se están viendo los efectos de la mala administración de Garzón y de Moreno, a quien, como bien lo dijo Garzón, él logró dejar en el poder, aunque ahora quiera distanciarse del actual alcalde. Lo que no dijo fue que en el 2007 él puso toda la maquinaria del Distrito Capital para asegurarse de que Samuel Moreno no perdiera el botín más importante del que venía gozando el Polo.
Hay quienes dicen que la intención de Garzón no es la candidatura presidencial, sino volver a la alcaldía de Bogotá para aprovechar la buena imagen que tenía al final de su mandato, gracias al populismo de muchos de sus programas y al gasto multimillonario en divulgación y propaganda, que le han asegurado un trato privilegiado de los medios de comunicación. Hay que reconocer que durante el periodo 2002-2006 los indicadores de pobreza disminuyeron en Bogotá y en el país, aunque las cifras hoy sigan siendo alarmantes.
No obstante, para quienes hacemos un seguimiento a los temas capitalinos, es claro que durante el cuatrienio de Garzón se abandonó lo que había sido considerado como una revolución en la cultura política y ciudadana de Bogotá y se perdió un modo independiente de hacer política, basado en el conocimiento, la información oportuna y el cambio cultural. Políticas públicas sostenibles con justicia social y transparencia nos librarían del clientelismo -al que hemos estado sometidos durante siglos los colombianos- y del más reciente populismo, que no asegura salidas sostenibles y dignas de la pobreza y la desigualdad de oportunidades. Hay que estar alertas y combatir el populismo y el clientelismo, que fueron las formas que utilizó Garzón para gobernar a Bogotá.
Entonces, cuando Garzón ofrece construir sobre lo construido en Colombia, debemos mirar lo que hizo con Bogotá y entender que, aunque él terminó apoyado por las mayorías, gobernar bien a Colombia requiere una mente organizada y un gobernante con capacidad de gestión, que recupere debates cruciales para la sociedad, donde no quepa el populismo ni la corrupción, donde respetemos la división de poderes y donde la aceptación de las mayorías no pueda llevarnos a transitar por caminos de tiranía.
Nicolás Gómez Dávila decía que los gobernantes que representan una minoría tienen que inventar la civilización para no perecer, mientras los delegados de las mayorías pueden ser soeces, chabacanos y crueles impunemente.
* Ex Secretaria de Gobierno de Bogotá
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