martes, 21 de abril de 2009

"Adalides de la libertad" respaldando el totalitarismo

Por Sergio Esteban Vélez

El Mundo, Medellín

Abril 21 de 2009

Con la sentencia a 25 años de prisión al ex presidente peruano Alberto Fujimori, la izquierda latinoamericana está de plácemes. Pero, al mismo tiempo (como afirma, indignado, mi colega columnista Saúl Hernández), conforme a la doble moral que los ha caracterizado, los activistas de esa tendencia guardan silencio sobre lo que los toca, como las sistemáticas violaciones a los derechos humanos en Cuba o los abusos dictatoriales de los presidentes de Venezuela y Nicaragua.

Y precisamente por su laxitud con los crímenes de sus copartidarios, en tanto que protestan enérgica y activamente contra las actuaciones de quienes no comparten sus tesis, en Europa todavía hay quienes piensan que ¡a Íngrid Betancur la tenía secuestrada Uribe! 

En Colombia, la clase intelectual “mamerta” se agita ante cualquier cosa y acusa al gobierno democrático de ser “totalitario”, pero, contrario a lo que podría esperarse de tan valientes defensores de las libertades, cuando viajan a Cuba, invitados por el gobierno de ese país, no hacen nunca ni el más mínimo reproche al hecho de que en esas tierras el gobierno haya reducido a cenizas las libertades de expresión y de prensa. 

Ya intelectuales españoles de la talla de Antonio Muñoz Molina y Rosa Montero (a ninguno de los dos se le podría “acusar” de derechista), han denunciado la condescendencia que en América Latina los “humanistas” tienen hacia Cuba. Y, efectivamente, esos “intelectuales”, que son siempre tan críticos ante las dictaduras, ante la de Castro se reblandecen y pasan de largo. 

Vale la pena preguntarse por qué William Ospina y tantos otros escritores de izquierda que se jactan de su lucha por el respeto a las libertades, en sus recientes textos sobre el cincuentenario de la “gloriosa” Revolución Cubana, omiten hablar, por ejemplo, de los fusilamientos en “El Paredón”, o de episodios como el caso de “Los Marielitos” o el “Caso Padilla”. Este último, que nos hace evocar los lamentables Procesos de Moscú, en los cuales escritores de prestigio de corrientes políticas contrarias al comunismo eran obligados a renegar de su propia obra y a “rehabilitarse”, es prueba fehaciente de cómo el periodismo y la intelectualidad izquierdistas de nuestro continente aceptaron alinearse con un régimen de represión y renunciaron a la independencia. Los grandes del Boom Latinoamericano (con honrosas excepciones, como Vargas Llosa y Edwards) inclinados ante un dictador que, en un discurso en La Habana, aseguraba que: “Por cuestión de principios hay algunos libros de los que no se debe publicar ni un ejemplar, ni un capítulo, ni una página”. ¿Revolución? No, “involución”, como dice mi amigo el poeta Rubén Vélez. 

Del mismo modo, nuestros “intelectuales” (muchos de ellos identificados como “símbolos de la libertad”) condenan como antidemocrática la posibilidad de una segunda reelección de Uribe… pero siempre están de acuerdo con la reelección indefinida de Castro y de Chávez (por no hablar de la de algunos presidentes de Rusia, China y las demás naciones del antiguo bloque comunista). Basta con recordar la reciente declaración que al respecto hizo Piedad Córdoba. Nada raro en ella, según quien, en Colombia, hacen falta más “Tirofijos”, como ha exclamado, enardecida. 

Los “eminentes” mamertos “se rasgan las vestiduras”, ante la imaginaria persecución que, en nuestro país, sufrirían algunos periodistas revolucionarios “víctimas del régimen”; pero, al mismo tiempo, aplauden entusiastas la censura de prensa en Venezuela y el cierre de Radio Caracas Televisión. 

Basta con repasar la “Declaración” del “V Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad” (Cochabamba, Bolivia, 2007), que celebra la desaparición de ese canal, cuando afirma que: “En Venezuela se está recobrando una concesión que imponía la dictadura de la palabra y la imagen únicas (RCTV). Como dijo el Presidente Hugo Chávez, ahora no estamos luchando contra la libertad de prensa, estamos restableciendo esa libertad”. 

“Debemos identificar quiénes son los aliados de los pueblos en los medios y quiénes son sus enemigos”. Esa “declaración” fue firmada por “adalides de la libertad y de la paz”, como Piedad Córdoba, Alfredo Molano y el director del Festival Internacional de Poesía de Medellín (quien, en entrevista para un medio venezolano, ya se había pronunciado a favor de esa censura). 

Parece mentira que, en tiempos modernos, cuando la humanidad ha avanzado tanto en el conocimiento de la organización gubernamental y económica (aunque todavía falta mucho), todavía campeen por los países latinoamericanos sesgados activistas, conscientes cómplices de la represión, los fraudes, los crímenes y la violencia.

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