domingo, 7 de marzo de 2010

Argentina en el ojo del huracán

Editorial
El Nuevo Siglo, Bogotá

Marzo 7 de 2010

La República Argentina vive un clima de descomposición y confrontación política, bajo el gobierno de la familia Kirchner, que se ha sucedido en el poder con el apoyo del Partido Justicialista, que desde los años 50 del siglo pasado, a falta de un conservatismo estabilizador, llena el espectro político nacional en puja ocasional con el radicalismo y en el pasado con los sectores militaristas, que defenestraron al general Juan Domingo Perón con la revolución libertadora, enmiendan la plana al permitir el regreso de Perón a su país tras dos décadas en el exilio. Los militares argentinos tuvieron gran poder hasta la guerra de las Malvinas y su influjo se degrada por cuenta de la guerra sucia y el cobro de cuentas de los sucesivos gobiernos, que reducen sus Fuerzas Armadas a la mínima expresión con sueldos bajos y sin mayor reconocimiento de la sociedad civil.


El escenario político lo llena el peronismo de derecha con Carlos Menem, el de izquierda con los Kirchner y el centro con los ganadores de las elecciones en Buenos Aires que siguen al gobernador Mauricio Macri. Esas fuerzas y otras intermedias de distinto matiz son de origen peronista y todas alegan continuar el legado de Juan Domingo Perón. Lo cierto es que ninguna sigue a fondo sus ideas, pero todos tratan de sacar provecho de la imagen del caudillo y de la mitología en torno de Evita. Las frases de Perón, sus dichos, sus desafíos, sus postulados, se repiten como oraciones rituales de las que se olvida su significado; apenas se agitan con miras electorales, con la misma nostalgia que se escucha un tango.


En Argentina rige un sistema en el cual la banca central mantiene una cierta independencia del Ejecutivo, para evitar que se regrese a los tiempos de la emisión sin respaldo y medidas económicas destinadas a presionar el dólar, favorecer grupos económicos y especuladores o jugar a la ruleta rusa con los dineros del público, que en no pocas oportunidades perdió sus ahorros por quiebra de los bancos, devaluaciones en cadena o la crisis económica. El “defaul” es un fantasma que ronda a los memoriosos en Argentina y nadie quiere que vuelva a producirse con sus nefastos resultados. Se alega que la independencia de la banca central es esencial para mantener una economía sana. Al mismo tiempo, se reconoce que la autonomía total del banco no es posible como en los días del neoliberalismo galopante. En especial cuando EE.UU. y los Estados más neoliberales acuden a la intervención del Estado para paliar la crisis. Es el manejo áspero que la Presidenta les ha dado a las relaciones con la oposición y el Congreso, lo que provoca enorme tensión.


Igual por cuenta de los pleitos que mantiene con la Justicia, dado que el matrimonio ha sido investigado por aumentar en varios millones de dólares su patrimonio durante el gobierno de ambos, así un juez haya precluido la investigación. Es evidente que la información privilegiada que maneja la pareja sobre las decisiones económicas no debe en teoría servir para enriquecerla, así obre de manera legal, según la tesis de que todo aquello que no esté expresamente prohibido por la ley lo pueden hacer los gobernantes en su beneficio.


Sobre esos asuntos un tanto escabrosos la oposición hizo sus denuncias y la familia Kirchner se defendió presentando cuentas de las utilidades obtenidas por la especulación financiera provechosa y alza en el valor de costosas propiedades.


Entre sectores de las finanzas se teme que al intervenir el gobierno directamente y dominar la gerencia y estructura del Banco Central se le tenga en el exterior por un banco dependiente del Ejecutivo, sin mayor independencia, por lo que podrían prosperar demandas de multinacionales y la banca extranjera en EE.UU., que tendrían por objeto embargar los fondos oficiales argentinos.


La torta se voltea por decisión de la jueza Claudia Rodríguez Vidal, quien se atravesó a otro intento del Gobierno tras defenestrar al gerente del Banco Central, de salir a pagar deuda pública con las reservas. La jueza dictó medidas cautelares para impedir la acción presidencial y advirtió que: “cualesquier funcionario que incumple un fallo incurre en desobediencia”. Si bien no menciona a la Presidenta, es clara la alusión. Y la señora Kirchner, temperamental y emotiva, ya manifestó que seguirá pagando deuda externa con fondos de la Banca Central. Se teme que el choque de trenes lesione aún más la precaria relación entre la Justicia y el Gobierno, como con la oposición, cuando ya los Kirchner sienten, acaso, prematuramente, el sol a la espalda por la pérdida de la mayoría en el Senado. Sin mayorías en el Congreso la gobernabilidad se va al traste. Se avecinan días muy duros y con vientos huracanados en la política argentina.

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