sábado, 6 de marzo de 2010

En la naturaleza no hay hambre

Alejandro A. Tagliavini *

El Tiempo, Bogotá

Marzo 6 de 2010


Semanas atrás, el 17 de febrero, durante la inauguración del XXXIII Consejo de Gobernadores del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola de la ONU, su presidente, Kanayo Nwanze, advirtió que la cifra de hambrientos en el mundo ha superado ampliamente el record de 1.000 millones del 2009.

Unas 24.000 personas mueren cada día por hambre o causas relacionadas, 75 por ciento son niños menores de cinco meses. Semejante atrocidad se debe a la extrema pobreza, que no es natural, sino provocada por la destructiva violencia humana.

La producción de alimentos hoy crece al 5 por ciento anual, y la población mundial solo al 2 por ciento. Entre 1950-1985, la producción de cereales aumentó mucho más rápidamente que la población, pasando de 700 a 1.800 millones de toneladas. Sumados los tubérculos o raíces, la producción global llegó a 500 kg por cabeza anuales, suficiente para una ración calórica, para toda la humanidad.

Esto demuestra que la naturaleza (el mercado natural, el hombre) está preparada para alimentar a todos y que no es cierto que la miseria sea una condición "natural" e inevitable a la cual se enfrenta la humanidad. Existe sí un serio problema de distribución, provocado por la coacción estatal que fuerza el desvío artificial, del desarrollo espontáneo del cosmos.

Un caso vergonzoso es el de Argentina, que, con solo 40 millones de habitantes, produce alimentos para 300 millones y, sin embargo, debido a las distorsiones que introduce el Estado, ocho niños mueren a diario a consecuencia de enfermedades ligadas con la desnutrición.

Ya nos decía la filosofía aristotélica tomista que la naturaleza tiene un orden creado para el desarrollo de la vida, principalmente humana, proveyendo de las fuerzas creadoras y productivas necesarias para evitar la escasez. Es la violencia la que contraría al orden natural, espontáneo, del cosmos.

De modo que si el hambre existe, se debe a gobiernos o seudogobiernos que, apelando al monopolio de la violencia que se arrogan y han impuesto, vía fuerza del Estado policial, todo tipo de regulaciones e impuestos que, consecuentemente, han destrozado la capacidad productiva y distributiva del mercado provocando el efecto contrario: sacarles a los pobres para entregárselo a los privilegiados.

Por citar dos casos, los subsidios a la producción de etanol provocan un aumento en la demanda de cereales, a la vez que la Reserva Federal baja tanto las tasas de interés que los inversores especulativos encontraron en los 'commodities' agrícolas mayor rentabilidad, haciendo subir los precios.

Según dijo Nwanze, 31 países dependen de la ayuda alimentaria, que está en su mínimo histórico, de los cuales 20 están en el continente africano, precisamente donde el estatismo, la coacción estatal sobre la sociedad, el mercado son más elevados. William Easterly mostró el fracaso del asistencialismo estatal, financiado con impuestos: EE.UU. y sus aliados destinaron más de un billón de dólares para ayuda externa desde 1945, pero los países que más recibieron tienen hoy más problemas, mientras los que mejor se han desarrollado recibieron menos ayuda.

Los impuestos son fondos coactivamente retirados a los pobres ya que, para pagarle al Estado, un empresario por caso, sube precios, baja salarios o cualquier otra cosa que desvíe la presión fiscal hacia abajo. Ese dinero en manos del mercado es infinitamente más beneficioso porque multiplicaría el proceso creador y de redistribución natural que puede hacer "milagros" como el siguiente.

En 1850, el 65 por ciento de la población de Estados Unidos era agricultora. Ante el avance de la industrialización, muchos decían que si continuaba el éxodo de los obreros del campo hacia la ciudad caería la producción de alimentos a la vez que aumentaría la población para alimentar en las ciudades, lo que provocaría una hambruna, al estilo profetizado por Malthus. Hoy, sólo el 3 por ciento de su población trabaja la tierra, y la cantidad de alimentos aumentó, no solo superando el crecimiento del consumo interno, sino convirtiéndose en uno de los mayores proveedores del mundo.

* Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California)

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