martes, 2 de marzo de 2010

Esfuerzo por la paz

Ramiro Andrade Terán

El País, Cali

Marzo 02 de 2010


Fuentes que tienen relaciones muy estrechas con el Gobierno de Venezuela, afirman que la sorpresiva propuesta del presidente Chávez de “pasar la página con Colombia” y estar en disposición de un diálogo franco y abierto con Uribe, se debe, entre otras razones, a la discreta gestión del presidente Lula, de Brasil. Quien se decidió a mediar en la peligrosa crisis entre dos países que tienen razones históricas y económicas para mantener una relación estrecha y armónica. Lula se entiende con Chávez a pesar de no compartir el apetito cesarista de nuestro vecino, decidido a convertirse en una especie de emperador de los países del norte del continente.

La declaración de Chávez es un claro cambio de actitud y de sus constantes amenazas. Que incluyen una agresión militar contra una nación que siempre ha mantenido amistosa actitud frente a un vecino conflictivo. Eso hay que aprovecharlo. De inmediato. El presidente Uribe -en mi opinión- debe aceptar la inesperada propuesta. Nada más urgente que un diálogo franco, abierto, concreto, sobre las dificultades -que no son pocas- que han creado una peligrosa tensión que puede terminar en un enfrentamiento de características impensables. De los crecientes riesgos que eso supone, hay conciencia y alarma en Latinoamérica y -en el caso de Brasil- la determinación de actuar de amistoso mediador con su importancia y autoridad.

Colombia tiene algo por hacer en este proceso clave para el porvenir de una región perturbada por el litigio de dos naciones que, por su historia común, deberían marchar en inalterable unidad. No ha sido así siempre y los intereses de la política interna venezolana han interferido las relaciones en lo político y lo económico, y como ocurre hoy, en materia comercial el gesto de Chávez debe ser un primer paso para el diálogo con Uribe. Esa es la aspiración de millones de colombianos y venezolanos, molestos por la actitud belicista de Chávez que, ahora, ha tenido un sorprendente y alentador giro.

Colombia tiene más que suficiente con sus propias guerras: narcotráfico, guerrilla, corrupción. Llegar a otra de tanta magnitud como un conflicto colombo-venezolano sería funesto para la tranquilidad colectiva, la economía, la producción, el comercio internacional. Un despropósito mayúsculo que hay que evitar y que tiene una solución única: diálogo, sin cortapisas políticas internas que lo hagan inútil. Para asegurar el pacífico desarrollo de dos países destinados por su común historia a mantener una relación fraternal.

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