Vicente Torrijos
El Nuevo Siglo, Bogotá
Marzo 2 de 2010
Cuarto: El valor político agregado. En la práctica, todo esto significa que la organización armada ilegal no puede convertirse en una simple máquina de ‘secuestrar-y-liberar’.
Tiene que traducir ese engranaje verbal en una auténtica iniciativa política que, con agenda, fases, protocolos, reglamentos, vínculos, hipervínculos y multiplicadores, hagan del mercantilismo humanitario un propósito colectivo altamente atractivo para partidos y eventuales coaliciones políticas con posibilidades ciertas de llegar tanto al Congreso como a la Presidencia.
Es más: el auténtico encanto de la manipulación humanitaria está en apoderarse de un partido político tradicional que, como el Liberal, para poner un ejemplo, ha sido despojado ya de las fuerzas prosistémicas (Barreras, Rivera, Vargas Lleras), y tiene que ser depurado también del centrismo moderado y tecnocrático (Pardo, Gaviria), para que quede en manos del extremismo radical de izquierda en amalgama perfecta con la idea de refundar al Estado en comunión con el Palacio de Miraflores.
Y quinto: Acceso compartido al poder. O sea, que acumulando expectativas, sembrando ilusiones de negociación y reconciliación, y dando muestras de su capacidad de movilización nacional e internacional, una guerrilla bien puede convertirse en pieza maestra (aunque tácita y latente) de una coalición política que, en una segunda vuelta, por ejemplo, llegue al poder en un país como Colombia, tan apetecido como está por la Alianza Bolivariana para las Américas.
En resumen, una guerrilla prácticamente derrotada desde el punto de vista militar, sin ningún grado de apoyo popular, y considerada como terrorista hasta por Nueva Zelanda, puede lograr, a través de las cinco pautas mencionadas, casi que por inercia, casi sin que nadie lo perciba, casi ingenuamente, compartir el poder en Colombia.
Una forma nueva de llegar al poder. Muy distinta a la de la Familia Castro, o a la del comandante Chávez, pero en cualquier caso, una forma expedita de irrumpir en él y de gozarlo. Porque, en el fondo, lo verdaderamente importante para una organización armada ilegal no es tanto hacerse por completo al poder sino compartirlo y empezar a usarlo.
Con paciencia, y con suficiente energía, poco a poco la organización armada irá depurando la cúpula, y se asegurará de concentrar y controlar el poder, siempre en red con los gobiernos del área dispuestos a secundarla y apoyarla.
Dicho de otro modo, el mercadeo humanitario puede ser mucho más rentable de lo que parece. Y lo que estamos viendo por estos días es apenas una muestra.
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