Aurelio Martínez Canabal
El Nuevo Siglo, Bogotá
Marzo 1 de 2010
En una acertada decisión personal, formé parte del grupo de conservadores que, bajo la orientación del senador Enrique Gómez Hurtado, manifestó su apoyo al entonces precandidato presidencial Álvaro Uribe Vélez, con un favoritismo de opinión pública de sólo 4%. El programa de acción política que planteaba se ajustaba en un alto porcentaje al ideario conservador. El talante de la futura tarea gubernamental mostraba un innegable acento de centro derecha. Y, en efecto, tal como lo puntualiza Semana en la edición que está circulando: “Uribe asumió posiciones doctrinarias conservadoras en el manejo de la autoridad y el orden, en pro empresarial de la economía”.
Cerrada la posibilidad de una segunda reelección presidencial, puede ya comenzar a examinarse lo que ha sido la tarea del primer mandatario de la nación, en estos dos períodos. Aunque algunos aspectos de la gestión cumplida requerirán que transcurra mayor tiempo, hay aspectos sobresalientes de la labor ejecutada que merecen desde ahora destacarse.
La recuperación del imperio de la ley, haciendo posible el retorno de la seguridad para los ciudadanos, es el mayor logro que presenta el balance de ejecutorias del jefe de gobierno saliente. Con la seguridad, especialmente en el ámbito rural, resurgió la confianza, concepto básico para activar la inversión económica y así estimular el avance en el terreno de la cohesión social. El frente de las relaciones internacionales ha sido objeto de un positivo manejo, al igual que la conducción económica se ha llevado a cabo con prudencia y responsabilidad. Hasta el punto que la crisis financiera mundial del 2008, no tuvo repercusiones graves en la escena colombiana. Queda sí el lunar del déficit fiscal y el alto endeudamiento público, que requerirán un tratamiento cuidadoso por parte del próximo gobierno.
¿Qué debe seguir ahora? La siguiente preocupación ciudadana girará en forma inmediata sobre las elecciones para corporaciones públicas del domingo 14 de los corrientes. Partiendo de la generalizada convicción de ser conveniente conservar las orientaciones fundamentales de las administraciones Uribe Vélez, en materia de la seguridad democrática, del buen clima de inversión económica y del interés por la integración social, será de innegable trascendencia que al Congreso de la República lleguen dirigentes sintonizados con tales conceptos.
El legado que al país le deja Álvaro Uribe Vélez es por demás valioso. Se le fijaron directrices a la nación en asuntos vitales, que deberán continuarse. Esta reflexión deberá ser prioritaria, cuando en la jornada electoral de mayo se elija al sucesor de Uribe Vélez en el solio de Bolívar.
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