lunes, 1 de marzo de 2010

Pobrecito el sucesor

Mauricio Vargas

El Tiempo, Bogotá

Marzo 1 de 2010


En la campaña relámpago que acaba de desatar la Corte Constitucional al tumbar, en buena hora y con sólidos argumentos jurídicos, el referendo reeleccionista, casi cualquiera puede ganar. Serán doce semanas, un período de infarto para ver quiénes pasan a la segunda vuelta. El que se equivoque quedará tendido en la arena. Y el que tenga un acierto, quizás se escape del lote. La segunda vuelta será un sprint final de 20 días, aunque creo que, para entonces, los electores uribistas impondrán al que más crean que preserva los logros de seguridad de Álvaro Uribe.

Es verdad que Juan Manuel Santos asoma hoy como el más probable candidato a pasar a la segunda vuelta. Pero si quien pasa con él es un candidato de centro, capaz de enviar mensajes tranquilizadores sobre la continuidad de la política de seguridad, puede jugar duro: los votantes de izquierda lo apoyarán, a regañadientes si se quiere, pues en todo caso querrán votar contra Santos. De ese modo, si Germán Vargas logra clasificar, será difícil para Santos derrotarlo. Algo similar puede ocurrir con Sergio Fajardo, si en las semanas que faltan es capaz de definir y concretar su mensaje en materia de seguridad. Noemí Sanín y Rafael Pardo también podrían lograrlo, pero tienen que hacer un esfuerzo enorme por ser convincentes en cuanto a su destreza para continuar y consolidar los logros de Uribe contra los grupos armados.

Pero, eso sí, cualquiera de ellos que consiga ganar tendrá pocos días de alegría. Ejercer la Presidencia de la República en un país como Colombia es una verdadera pesadilla, un sufrimiento diario, que acaba con el cuerpo y con el alma, incluso de quienes mejor librados salen, como es el caso del actual mandatario. Pero esto no es nada comparado con lo que será gobernar este país justo después de que Uribe abandone la Casa de Nariño. Pobrecito el que venga: no tiene cómo salir bien librado.

El primer fin de semana que decida, agotado por el trajín y las tensiones, tomarse día y medio de descanso en la Casa de Huéspedes de Cartagena, le lloverán las críticas por no haberse pasado 20 horas seguidas el sábado, en un consejo comunal en Guapi (Cauca). Al primer ataque de la guerrilla, le dirán que, claro, como ya no está Uribe para darles la lata, las Fuerzas Armadas se durmieron en sus laureles. Y si Hugo Chávez se la monta y el nuevo mandatario no le pega su buena parada, como hizo Uribe en Cancún, no faltará quien diga que el tipo no es varón.

Que este presidente no manda como Uribe, que no está encima de los problemas como sí lo estaba Uribe, que no se preocupa por las angustias de la gente común como se preocupaba Uribe, serán frases que oiremos en retahíla. Y cuando a Uribe se le ocurra llamarle la atención por algo, el drama del sucesor no tendrá fin. Porque Uribe no se va a quedar callado, ni se va a retirar a escribir sus memorias. ¡La lora que va a dar como ex presidente!

Es que, además, a Uribe lo van a comenzar a añorar muy pronto, aun antes de que se vaya. Y eso gracias al fallo de la Corte Constitucional que -sabiamente, repito- tumbó el referendo y demostró con ello que en Colombia, a diferencia de lo que ocurre en Venezuela y otras democracias vecinas, las cortes son independientes del Presidente. ¿Acaso a Chávez le han tumbado algo los tribunales? No, allá las cortes hacen parte de la caterva que se le arrodilla al teniente coronel. Porque si la Corte no hubiese tumbado el referendo, no solo nos habríamos parecido a la Venezuela de Chávez, sino que el apoyo del que aún goza Uribe se habría tornado en cansancio, en una pereza infinita de tenerlo en la Casa de Nariño cuatro años más. Y ahora que no va a estar y que a muchos les va a hacer falta, esa misma pereza la va a producir, a poco de empezar a gobernar, el malhadado que lo suceda.

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