domingo, 7 de marzo de 2010

Sigue perverso juego de las Farc

Editorial

El Mundo, Medellín

Marzo 7 de 2010

Respaldamos el oportuno plantón del ministro Silva a quienes, con protervo cálculo político, abusan de los secuestrados y sus familias.

Hoy tenemos que reiterar nuestro rechazo categórico – e invitamos a los colombianos a pronunciarse en el mismo sentido – al manoseo criminal con fines electorales de los anhelos de libertad del cabo del Ejército Pablo Emilio Moncayo y del soldado Josué Daniel Calvo, cuyos familiares han alentado inútilmente la ilusión de abrazarlos, tras años de estar secuestrados y después de que sus victimarios anunciaran hace once meses su liberación unilateral, al igual que la entrega a su señora madre de los restos del capitán de la Policía Julián Guevara, muerto en cautiverio hace cuatro años, después de seis de ominoso secuestro.

Ya hemos denunciado aquí, con fechas precisas, las veces en que las Farc, a través de su intermediaria de secuestros, la senadora Piedad Córdoba, han anunciado y luego modificado la “posible” fecha de de las liberaciones, con distintos pretextos y maniobras dilatorias, la mayoría de las veces acusando al Gobierno de no colaborar o de interponer obstáculos al proceso, todo ello con el fin de conseguir el mayor rédito publicitario de su supuesto acto humanitario. Se trata, en realidad, de explotar al máximo la exposición mediática para lavar su imagen internacional de terroristas y grandes violadores de los derechos humanos, y de paso favorecer la aspiración reeleccionista de la senadora.

Eso explica que, después del anuncio, en abril del año pasado, dejaran correr el tiempo sin hablar de fechas sino de condiciones y exigencias al Gobierno, convenientemente dosificadas para dar de qué hablar en los medios, cuando podían haberlos liberado de inmediato, pues bastaba que los dejaran en cualquier lugar de Colombia, por remoto que fuera, y que le avisaran a la Cruz Roja Internacional, un organismo competente y probadamente neutral en esos menesteres, que hasta allí habría ido a recogerlos, dando tiempo a sus carceleros para ponerse a salvo de la posible intervención de la fuerza pública. Pero aun si necesitaran las pregonadas “garantías”, el Gobierno, a través del Alto Comisionado de Paz, Frank Pearl, se las otorgó desde mediados de diciembre de 2009, junto a la autorización a la señora Piedad, a la Iglesia y a la Cruz Roja para que procedieran con el operativo. Tan claras parecían las cosas que las familias de esos compatriotas hacían planes de que los tendrían para Navidad en sus hogares.

Para “quemar tiempo” nada mejor que la estrategia del “carameleo”. Primero, que las liberaciones serían antes de finalizar febrero; después dijo la señora Córdoba que las Farc habían aceptado el apoyo logístico del Brasil para un operativo que se realizaría entre la última semana de febrero y la primera de marzo; sorpresivamente, la última semana de febrero la intermediaria dijo que prefería que la liberación se diera después de elecciones para evitar “suspicacias” y que así se lo plantearía al comando guerrillero. O se trataba de una jugarreta distractora o simplemente sus socios no le hicieron caso y le dieron la instrucción de que dijera, el primero de marzo, durante una concentración política en El Espinal, Tolima, que “las fechas concertadas con las Farc para la liberación eran entre el 12 y el 16 de marzo, y que además aquellas habrían señalado el miércoles 10 de marzo para dar a conocer las coordenadas del sitio donde Moncayo y al menos otro secuestrado, serían regresados a la libertad”.

Queda claro, pues, que el plan de las Farc y sus adláteres era hacer coincidir la liberación con las elecciones, primero para ayudar electoralmente a doña Piedad y segundo – como lo ha denunciado el ministro de la Defensa, Gabriel Silva – tratar de intervenir en el proceso electoral, intentando sabotearlo en algunas partes o favorecer en otras a candidatos de sus simpatías. Pretenden que la Fuerza Pública baje la guardia en la vigilancia y protección de las elecciones so pretexto de facilitar la liberación, pero el ministro ha sido categórico: “Tenemos que decirle a Piedad Córdoba que no, que las elecciones son sagradas. No vamos a retirar las tropas ni parar las operaciones el día de elecciones. Llevamos mucho tiempo diciéndoles que estamos listos. Cuando pasen las elecciones volveremos a la misma actitud”. Y fue más lejos en el desenmascaramiento de la patraña: “Obviamente es una treta más de las Farc, que intentan utilizar otra vez a nuestros hombres como carne de cañón dentro de sus pretensiones terroristas”.

Una vez más, manifestamos nuestro pleno acuerdo con el ministro Silva, a quien felicitamos porque es una de las voces en el gobierno que dice la verdad de lo que está ocurriendo, sin subterfugios, con claridad, honradez y gran valor civil. Respaldamos su oportuno plantón a quienes, con protervo cálculo político, abusan de sus víctimas, al tiempo que expresamos nuestra solidaridad con esos compatriotas y sus familias.

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