viernes, 12 de marzo de 2010

Unas lecciones internacionales

Eduardo Posada Carbó

El Tiempo, Bogotá

Marzo 12 de 2010


"El referendo está muerto y la democracia colombiana vive", escribieron Robert Kagan y Aroop Mukharji en The Washington Post (8-3-10). Los comentarios de Kagan y Mukharji -miembros del Carnegie Endowment for International Peace- son indicio de las repercusiones que podría tener el fallo de la Corte Constitucional más allá de nuestras fronteras. En Buenos Aires, La Nación consideró que lo ocurrido -la sentencia de la Corte y su acatamiento por el Presidente- dejaba importantes lecciones para otros países latinoamericanos.

Kagan y Mukharji quieren hacerlas extensivas a otras regiones del mundo, en su propuesta por una política norteamericana más activa de promoción de la democracia. En momentos de pesimismo global frente a la democracia, sugieren "tomar nota" cuando esta "triunfa sobre las tentaciones autocráticas". Reconocen los logros de Uribe, pero advierten las bondades de la decisión de la Corte: una democracia exitosa debe basarse en instituciones fuertes y fundamentos legales, por encima de la voluntad de una persona.

Que la experiencia colombiana se señale como modelo estimula el orgullo nacional, siempre tan bajo. No es claro, sin embargo, el sentido que buscan darle Kagan y Mukharji a la lección. "Es difícil saber qué papel jugó la administración Obama en todo" lo sucedido en Colombia, observan. Recuerdan que, en privado, Obama le aconsejó a Uribe contra el tercer período, mientras parecen sugerir que el gobierno norteamericano ha debido adoptar una posición de mayor perfil público.

Si Kagan y Mukharji creen que lo ocurrido ofrece lecciones, tendrían que reconsiderar los postulados que informan su análisis.

Cualquier política externa de "promoción de la democracia" que ignore la historia de la democracia en otros países estaría llamada al fracaso. Kagan y Mukharji se refieren a la colombiana como "naciente" y "joven". Puede serlo, en muchos aspectos. Pero tendrían que advertir que la experiencia de Colombia con instituciones democráticas es de vieja data, bicentenaria. Aquí se adoptó por primera vez el sufragio universal masculino en 1853 -sin restricciones de raza, alfabetismo, propiedad, ni ingreso-, mucho antes que en los Estados Unidos. La Corte Suprema de Justicia ejerció control constitucional desde 1886, como lo muestra un excelente trabajo de Manuel José Cepeda.

Kagan y Mukharji sugieren que las democracias "jóvenes" deberían aprender de los Estados Unidos, en su etapa de "juventud" democrática, cuando Washington decidió contra las tentaciones de un tercer período. Fue una buena lección. Pero ya en 1836, el presidente Santander se opuso a los planes de sus seguidores de modificar la Constitución para permitirle un segundo período consecutivo. En las elecciones presidenciales de 1836-7, sus candidatos preferidos perdieron. Santander respetó la decisión de las urnas y entregó el poder al candidato de la oposición. Allí se inauguró la tradición anti-caudillesca que caracteriza nuestra historia.

Kagan y Mukharji parecerían, además, sugerir que el frenazo al referendo reelectoral fue posible, en últimas, gracias a la voluntad de Uribe, al acatar la decisión de la Corte. Esto contradice su mismo argumento, al minimizar el papel limitante del poder que -de suyo- juegan las instituciones: la decisión del Presidente estaba subordinada a la de los magistrados, no al contrario. Lo que más preocupa es la aparente sugerencia de que Obama ha debido ejercer una oposición pública más activa a los nuevos planes reelectorales. Ignoran los resultados contraproducentes, tantas veces, de ese tipo de políticas erradas en el pasado.

La reciente experiencia colombiana puede ofrecer lecciones a quienes en los Estados Unidos se interesan por promover la democracia en el mundo. Pero esta lección debe comenzar con una mejor apreciación de nuestras tradiciones políticas e institucionales, de una historia que los mismos colombianos estamos aún por revalorar.

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