jueves, 11 de marzo de 2010

¿Viento de cambio en el FMI? (2)

Juan Carlos Jaramillo

El Colombiano, Medellín

Marzo 11 de 2010

En esta columna se continúa el análisis de los tres cambios propuestos en el conjunto de consejos que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ofrece a los países miembros en materia de política económica. En la entrega anterior se explicó el porqué del desacuerdo con apuntar a niveles de inflación más altos. En esta ocasión centraremos la atención en el segundo de los cambios propuestos: usar las normas de regulación financiera de manera anticíclica (es decir, hacer más restrictivas las normas durante los auges que durante las recesiones). En la siguiente entrega analizaremos la propuesta de imponer controles a los movimientos de capital de corto plazo.


Las normas de regulación financiera son requisitos que se imponen a las entidades financieras, con miras a limitar los riesgos en que se incurre durante el proceso de tomar y prestar dinero. Por ejemplo, si se exige que aumente la cantidad de recursos aportados directamente por los dueños de los bancos en cada préstamo, disminuye la cantidad de recursos que tienen que aportar los depositantes. A esto se le llama "incrementar los requisitos de capital" y, en este caso, baja el riesgo para los depositantes y lo aumenta para los dueños de los bancos. Ello va a llevar a que se preste menos (o menos rápidamente). Otro ejemplo con efectos parecidos es aumentar los "encajes", o sea la cantidad que los bancos deben guardar en caja por cada peso que reciben como depósito. Si el encaje se sube, se presta menos (o menos rápidamente).

Durante las últimas décadas se consideró conveniente que estas normas se mantuvieran estables. Los cambios frecuentes eran vistos como fuente de incertidumbre, que subía los costos de la actividad financiera y, por tanto, limitaba los beneficios que se podían derivar de la misma. El argumento era que, salvo que el riesgo aumentara, no se justificaba cambiar las normas, y no era obvio si el riesgo subía o bajaba durante el auge. Se señalaba, además, que los mercados mismos se encargarían de regular los excesos de riesgo. De otra parte, se destacaba que la introducción de cambios a las normas resultaba difícil de calibrar y de poner en práctica rápidamente. Por tanto se prefería no cambiar los parámetros.


Pero el comportamiento de los intermediarios, en particular durante los auges cuando los mercados comienzan a creer que los riesgos ya no existen, ha mostrado que puede ser conveniente en ocasiones restringir el crecimiento de la actividad financiera para limitar el exceso de riesgo. Y ha resultado clarísimo, también, que los mercados operan de manera muy pobre para limitar el riesgo cuando la euforia es generalizada. Ello se hizo evidente a nivel mundial durante la crisis financiera reciente, y se había manifestado en Colombia durante el auge que antecedió a la crisis económica de 1998-2001.


Después de esa crisis, Colombia se apartó del consenso de no cambiar los parámetros de prudencia financiera, y adoptó métodos tendientes a limitar la toma excesiva de riesgos durante los auges económicos. Al sector financiero colombiano le fue relativamente bien durante la crisis crediticia mundial que estalló hace dos años. Pero tratar de sacar conclusiones sobre el tema que nos ocupa, basados en esta experiencia, sería aventurado, por decir lo menos. Es evidente que conviene profundizar nuestro conocimiento del tema.


Será necesario estudiar cuáles medidas pueden resultar efectivas y eficientes para evitar los excesos en la toma de riesgos. Y habrá que entender los verdaderos costos que ellas pueden acarrear. Pero después de la experiencia internacional reciente, la sugerencia del FMI en esta materia parece bien encaminada.

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