martes, 9 de marzo de 2010

Y sigue la agonía

Editorial

El País, Cali

Marzo 09 de 2010

Contradiciendo los más elementales principios de lo que deben ser los “gestos humanitarios” las Farc vuelven a hacer exigencias para devolver a los secuestrados quienes, según su oferta del 15 de abril de 2009, debían estar en libertad. Confirmando las sospechas, el martirio del sargento Pablo Emilio Moncayo, del soldado Josué Daniel Calvo, así como la angustia de la madre del fallecido capitán Julián Ernesto Guevara se prolongará hasta después de las elecciones del próximo 14 de marzo.

Hoy hay que repetir una vez más que los secuestrados son ante todo pequeñas fichas de un juego macabro planteado desde hace años, y cuyos resultados para la guerrilla son deplorables. Y sus vidas son el patrimonio, el único, que les queda a las Farc para reclamar que se les reconozca alguna clase de entidad política. Por supuesto, ahora los usan para tratar de influir en el certamen electoral que se avecina, exigiendo cosas tan exóticas como “la publicación de los protocolos” para la liberación. Mientras ya están definidos asuntos como el acompañamiento de Brasil y la Iglesia Católica, la actuación de la Cruz Roja Internacional y la forzada invitación a la senadora Piedad Córdoba, la inusual exigencia tiene todas las características de un infame recurso dilatorio.

Y claro, los intentos por crear zozobra mediante ataques terroristas vuelven a estar a la orden del día. Pero para las Farc es más importante tratar de acusar a la Fuerza Pública de obstaculizar la liberación mediante las operaciones que debe desplegar para garantizar la seguridad del país, que entregar a quienes está utilizando sin miramiento. Incluso ahora, para darle más dramatismo a la acción que se empeñan en prolongar, los secuestradores revelan el mal estado de salud del soldado Calvo, como si no fueran ellos, sus victimarios, quienes deben responder por ello.

Así las cosas, a la Nación no le queda alternativa distinta a esperar que se cumpla la oferta realizada hace ya diez largos meses. Con ello se le devolverá la libertad al sargento Moncayo, que lleva doce años en el peor de los cautiverios, y al soldado Josué Daniel Calvo, del cual se conoce ya su estado de salud, con lo cual se empieza a entender la verdad de su temprana devolución.

No es extraño que las Farc expidan su comunicado a través de su agencia oficial en el momento en que el mundo está atento a las revelaciones de un juez español sobre sus nexos con la ETA, con el aparente apoyo del Gobierno venezolano. Y menos, cuando faltan pocos días para las elecciones legislativas. Por el contrario, esa es la demostración de para qué les sirven los secuestrados y por qué ha sido imposible lograr el “acuerdo humanitario” que proclaman los victimarios.

Por eso, aunque parezca una repetición innecesaria, los colombianos debemos reclamar la liberación de esas víctimas que las Farc destruyen en medio de las peores condiciones, mientras proclama un falso espíritu humanitario. Nadie puede olvidarse de ellos, de su agonía y de la manera por demás infame en que son utilizados por sus secuestradores como piezas de propaganda. Y todos debemos reclamar que los devuelvan vivos, libres y en paz.

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