viernes, 24 de julio de 2009

Zelaya se la halla

Hernando Fernández Franco

El Colombiano, Medellín

Julio 24 de 2009

Los acontecimientos de Honduras no pueden analizarse, simplemente, para enaltecer a Zelaya y condenar el golpe. Zelaya, originalmente miembro de uno de los partidos políticos auténticamente democráticos, había venido declinando hacia la órbita de Chávez, y pretendiendo arrastrar a Honduras al sistema comunista, socialismo democrático, como lo llaman ahora. Inventó la consulta popular para hacerse reelegir. Contrariando abiertamente una ley del Parlamento y una sentencia de la Corte Suprema, dio orden al ejército de distribuir el material necesario para la tal consulta y, ante la negativa del Comandante supremo de las fuerzas armadas, lo destituyó.

El Parlamento destituyó a Zelaya y el ejército lo detuvo y lo remitió a Costa Rica. Se habla de que hubo una carta de renuncia, que fue luego desconocida por él. Que fue una actuación de fuerza, y que contra la legalidad no caben las vías de hecho, se dijo por los organismos internacionales y, claro, por el Alba, Chávez, Ortega, Correa, etc., en declaraciones que se llevaron por delante los principios de no intervención y de libre determinación de los pueblos.

Pero la fuerza pública está establecida para dar soporte y respaldo a la legalidad. El derecho, la seguridad del Estado, el imperio de la ley se vuelven írritos sin el apoyo de la fuerza.

Y esto fue, precisamente, lo que hizo el ejército de Honduras: hacer prevalecer la Constitución, la ley y las sentencias de los jueces frente a la arbitrariedad del Presidente; y, en vez de quedarse con el poder, lo entregó inmediatamente a quien fue designado por el Parlamento, noble gesto de desprendimiento y civismo, respaldado y respetado por los organismos judiciales y por el Congreso.

El golpe de Estado, la resistencia a la autoridad se justifican para oponerse a la arbitrariedad o a la dictadura y en la medida necesaria para restablecer el imperio de la legitimidad. Un buen ejemplo lo tuvimos en Colombia, cuando, con el aplauso de todos los sectores, en los años 50, entronizamos una Junta Militar, y empleamos el paro y la resistencia civil para derrocar la dictadura del General Rojas Pinilla. Este episodio de las vías de hecho fue legitimado y compartido por el pueblo, quedó como un monumento de gratitud eterna para nuestras fuerzas armadas, que dieron "un golpe de opinión", como lo llamó Alberto Lleras.

Gracias al ejército y a su golpe, Honduras ha vuelto a encarrilarse hacia la auténtica democracia, y se ha alejado del abismo del sistema chapista. Cuenta con un Presidente designado por el Parlamento, respaldado por la opinión mayoritaria, y en noviembre convocará a las urnas para elegir un nuevo presidente, gracias a una feliz conjunción del poder Legislativo, del Judicial y de las Fuerzas Armadas.

El ejército de Honduras, lo sucedido allí, no merece repudio sino admiración y gratitud.

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