Hernando Fernández Franco
El Colombiano, Medellín
Julio 24 de 2009
Los acontecimientos de Honduras no pueden analizarse, simplemente, para enaltecer a Zelaya y condenar el golpe. Zelaya, originalmente miembro de uno de los partidos políticos auténticamente democráticos, había venido declinando hacia la órbita de Chávez, y pretendiendo arrastrar a Honduras al sistema comunista, socialismo democrático, como lo llaman ahora. Inventó la consulta popular para hacerse reelegir. Contrariando abiertamente una ley del Parlamento y una sentencia de
Pero la fuerza pública está establecida para dar soporte y respaldo a la legalidad. El derecho, la seguridad del Estado, el imperio de la ley se vuelven írritos sin el apoyo de la fuerza.
Y esto fue, precisamente, lo que hizo el ejército de Honduras: hacer prevalecer
El golpe de Estado, la resistencia a la autoridad se justifican para oponerse a la arbitrariedad o a la dictadura y en la medida necesaria para restablecer el imperio de la legitimidad. Un buen ejemplo lo tuvimos en Colombia, cuando, con el aplauso de todos los sectores, en los años 50, entronizamos una Junta Militar, y empleamos el paro y la resistencia civil para derrocar la dictadura del General Rojas Pinilla. Este episodio de las vías de hecho fue legitimado y compartido por el pueblo, quedó como un monumento de gratitud eterna para nuestras fuerzas armadas, que dieron "un golpe de opinión", como lo llamó Alberto Lleras.
Gracias al ejército y a su golpe, Honduras ha vuelto a encarrilarse hacia la auténtica democracia, y se ha alejado del abismo del sistema chapista. Cuenta con un Presidente designado por el Parlamento, respaldado por la opinión mayoritaria, y en noviembre convocará a las urnas para elegir un nuevo presidente, gracias a una feliz conjunción del poder Legislativo, del Judicial y de las Fuerzas Armadas.
El ejército de Honduras, lo sucedido allí, no merece repudio sino admiración y gratitud.
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