sábado, 13 de junio de 2009

Hiede la política

Por Hernando Fernández Franco

El Colombiano, Medellín

Junio 13 de 2009

Hiede el viaje de los del Polo y algunos liberales al Canadá y los Estados Unidos para desacreditar al Gobierno, poniendo en riesgo la aprobación de los TLC. Esto no es oposición. Es traición a la patria.

Hiede la presentación del caso de la zona franca de Mosquera que hizo Coronel en Semana, llena del mismo rencor que siempre exhibe cuando trata temas del Presidente, así como hiede el debate consiguiente de Petro y Robledo en el Parlamento, no obstante las claras explicaciones de Tomás y Jerónimo.

Hiede la radicalización e irreductibilidad de todo lo que ha estado alrededor de la reelección y la forma como la oposición ha convertido la controversia en ataques rastreros contra la persona y la familia del Presidente.

Hiede la infiltración de las Farc y los paramilitares en la justicia y en organismos del Gobierno. ¿Cómo no reconocerla en la decisión del Consejo de Estado contra el reclutamiento militar, o en lo sucedido en el DAS?

Es cierto que en el país hay una "guerra política".

En política, salvo cuanto toque el campo de la moral y el sentido democrático, no deberían darse posiciones irreductibles. Adoptar "istmos o istas" como posiciones ancladas e inconmovibles, es poco inteligente. La defensa o el ataque a ultranza carecen de lógica y, cuando se trata de los medios de comunicación, son perniciosos, francamente dañinos y desorientadores.

Si lo agrio y agudo de la contienda política actual toca con la reelección, es bueno tomar una posición, tras estudiar pros y contras, sin apego a ningún dogma o matrícula. Los comentarios en las páginas editoriales de los más caracterizados órganos de la prensa serán confiables según el cuidado que pongan en evitar el insulto, el rumor, la calumnia o el ataque personal. Y a fe que el tema de la reelección por un tercer período de Álvaro Uribe da para reflexionar y vacilar, sin que ello sea motivo para dejar de admirarlo y para tributarle franca gratitud por su bonhomía y por su obra.

El debate, por consiguiente, si lo que se pretende es orientar al país hacia lo mejor, como es el objetivo supremo de la política y de la prensa, debería cumplirse con altura, a base de argumentos, de reflexiones, de sana crítica. No de la calumnia, del ataque personal, ni de la maroma, para que no nos quede a nosotros, el pueblo, un mal gusto y un juicio negativo sobre nuestra clase política y sobre los columnistas matriculados e inamovibles.

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