viernes, 17 de abril de 2009

Conversaciones de paz, si; pero ¿cuando?

Por Hernando Fernández Franco

El Colombiano, Medellín

Abril 16 de 2009

Desde el gobierno de Belisario Betancur venimos ensayando procesos de paz, conversaciones interminables, con muchas esperanzas y ningún resultado, las últimas, con el ELN, maltrecho y en desbandada, con la mediación de Cuba.

Será inolvidable la silla vacía que "Tirofijo" le hizo al presidente Pastrana y lo que siguió en El Caguán.

De las muchas comisiones de paz hicieron parte personajes de la más alta categoría, como Carlos Lleras Restrepo, en la primera. Y cuántos consejeros de paz, todos frustrados.

Ahora se da una nueva oleada de clamores, como si "ahora sí", voces bien intencionadas, pero de mala memoria, del clero, de muchas ONG, de escritores y miembros de la sociedad.

Pero ¿por qué "ahora sí", cuando la guerrilla, aunque acorralada por el Ejército, sigue con sus métodos vituperables de lucha, más débiles, claro, y en tiempos recientes, con actos de terrorismo en algunas ciudades, masacres y asaltos en carreteras, atentados contra personalidades y de la prensa?

¿Qué pretende la guerrilla y sus simpatizantes?, ¿imaginan que el gobierno reducirá su estrategia de paz durante unas nuevas conversaciones?, ¿será que creen que los guerrilleros que fueron liberados retornarán a la guerrilla y le posibilitarán recomponer sus cuadros de mando y su capacidad ofensiva?

El país ha interpretado con esperanza el comunicado reciente de Cano. Pero está cargado de veneno: no es admisible que hable de "partes" ni de "prisioneros de guerra". Así destapa sus verdaderas intenciones y empieza por crear obstáculos, aun antes de negociar.

No son "prisioneros de guerra" los guerrilleros presos en las cárceles: son subversivos, delincuentes capturados in fraganti, condenados por delitos atroces contra el Estado o las personas, y la primera condición en una hipotética liberación debería ser la confesión pública de sus culpas y la promesa segura de que no retornarán a la guerrilla.

Del mismo modo Cano, Jojoy y sus compañeros son perseguidos por la justicia por el montón de sus crímenes, y es casi imposible figurarse cuál tratamiento cabría darles en unas nuevas conversaciones de paz. ¿Tendríamos que repetir la experiencia del M19 y, tras una nueva "Constituyente de la paz" como la del 91, premio a la toma del Palacio de Justicia", nombrarlos delegados, diplomáticos, gobernadores o alcaldes?

¡No!, la única actitud sana y justa sería una que lleve a la guerrilla a deponer las armas, como lo han hecho algunos de sus frentes, y a reincorporarse a la sociedad, previa aplicación de la justicia, según normas legales.

Esto sólo podría lograrse manteniendo hasta lo último el proceso de "seguridad democrática", por todo el tiempo que fuere necesario, en el entendimiento de que él no es un fin en sí mismo, sino un camino hacia la paz, y que la acción del Estado, ejercida con todo rigor, pero con total respeto por los derechos humanos, mantiene una puerta abierta a la paz, en el momento en que la guerrilla decida cesar definitivamente en su acción.

 

 

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