Por Juan José García Posada
El Colombiano, Medellín
Agosto 10 de 2009
Los exabruptos de Chávez revelan una personalidad megalómana. Se siente jefe supremo de una Gran Colombia que sólo existe en sus alucinaciones de grandeza. Al invitar a gobernadores y alcaldes colombianos y a otros dirigentes ("que venga
Hay quienes han corrido a hacerle el homenaje al nuevo emperador, al presunto señor y dueño de los destinos de estas repúblicas, en actitud de oportunismo y obsecuencia que pone en duda de qué país se sienten ciudadanos, cuál es el concepto que tienen de los intereses nacionales y cómo, sean simpatizantes u opositores del Presidente en ejercicio, es el que en forma legítima gobierna y tiene la facultad de dirigir la política exterior. El primero en desfilar por la pasarela ha sido un ingenioso ex presidente distinguido por el agudo sentido del humor, que no tuvo más remedio que limitarse a anunciar que había tomado atenta nota de lo que ya casi todos habíamos oído por televisión y radio.
Con semejante invitación, el presidente de Venezuela puede conseguir, tal vez sin proponérselo, reactivar una tendencia anárquica en no pocos nacionales que, a lo mejor de buena fe y con las mejores intenciones, confirman la veracidad de la sentencia del mismo Bolívar, que sabía por qué nos juzgaba así: "Cada colombiano es un país enemigo".
Pero retomo el párrafo inicial, para concluir, con todo y la admiración por el pensamiento bolivariano, que no significa desconocimiento de la condición humana del libertador: El Bolívar que Chávez imita es el que, en honor a la verdad histórica, no ocultaba en determinados trances los rasgos de un carácter explosivo y prepotente, el que sobre las ruinas del monasterio de San Jacinto amenazó con que "si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca", después del terremoto de Caracas en 1812.
Tal parece que Chávez no pretende parecerse al soñador de la unidad, la justicia y la libertad de América, sino que lo seduce más el líder delirante, el que no resistió la tentación autocrática y dictó el fatal decreto orgánico de la dictadura en 1827. El coronel está figurándose un Bolívar chúcaro, a su imagen y semejanza.
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