Juan Jose Garcia Posada
El Colombiano, Medellín
Noviembre 30 2009
Comparable al daño que hace un chiste verde y de mal gusto en una reunión de amigos con buen sentido del humor, es el descrédito que un fascista con disfraz de demócrata está causándole a la izquierda al asociarla con el populismo autocrático. El coronel que manda en Venezuela está malogrando el propósito moderno de los izquierdistas moderados hispanoamericanos más respetables, empeñados en apartarse al máximo de los referentes totalitarios.
En la última semana, Chávez lanzó dos alabanzas alocadas que irritan a cualquier progresista: Exaltó como buen luchador revolucionario al terrorista conocido como Carloso El Chacal y le obsequió abundante incienso verboso al godísimo presidente iraní Ahmadineyad, discípulo aventajado de la escuela ortodoxa radical de Jomeini. El primero está preso en Francia. No puede ser honroso para nadie ser condenado a cadena perpetua en la cuna occidental de las libertades.
Desde mi época de estudiante universitario aficionado al ejercicio arriesgado de buscar el justo medio, aprendí a valorar la pluralidad ideológica y la controversia civilizada, bases de la metodología democrática. Una sociedad no puede ser abierta si se proscribe el disenso y predomina el pensamiento único. Todas las tendencias deben coexistir en el universo de las ideas. Las posiciones dogmáticas y cerradas, de izquierda o derecha, son fuentes de conflictos enconados e interminables.
Una demostración patente del profundo malestar que el régimen y los desatinos chavistas producen en la izquierda venezolana (y presumo que de todo el hemisferio) puede captarse cada día en los editoriales críticos y frenteros de Teodoro Petkoff desde su periódico Talcual. El sábado cuestionó por absurdo el proyecto de ley orgánica de la educación y lo definió como una paliza demagógica del populismo superior . Petkoff, personaje sobresaliente de la política en el continente, rechaza las crecientes restricciones a la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, como expresiones del "control de todas las instituciones y la vida social en general por el puño del gobierno y el partido del gobernante".
En América Latina se ha verificado una suerte de descrédito simétrico de la derecha y la izquierda democráticas. Así como ha habido largos momentos en que las actuaciones abominables de tipos como Pinochet han servido para anatematizar todo aquello que porte algún carácter derechista, un individuo desconcertante y disparatado como Chávez pone en aprietos a los izquierdistas, no sólo a los de línea dura, sino también, que es lo preocupante, a los que piensan y actúan con sensatez y en consonancia con el espíritu de lo razonable. Hoy, la izquierda democrática identifica en el chavismo una vergüenza. Le basta y le sobra para que la desacrediten, sin necesidad de contradictores a la derecha. Con amigos así, para qué enemigos. En serio. No es un chiste.
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