Michael Shifter*
El Tiempo, Bogotá
Enero 17 de 2010
Con las elecciones chilenas hoy, y la posible victoria de Sebastián Piñera, no sorprende que algunos medios internacionales y analistas se refieran a un potencial viraje de Latinoamérica hacia la derecha. Esto marcaría una inversión de lo que muchos llamaron "una movida a la izquierda" en la región hace tan solo unos años.
Hugo Chávez es, una vez más, el barómetro de las oscilaciones que se esperaban en el péndulo. Hace una década, se lo veía como líder de la tendencia izquierdista. Hoy, algunos ven una reacción conservadora en aumento como contrapeso a su influencia.
Chávez, más que cualquier otro presidente latinoamericano, usa lentes ideológicos para darles forma a su retórica y a sus acciones.
Pero las descripciones actuales de esta supuesta movida hacia la derecha son aún más exageradas que las anteriores caracterizaciones más populares de la corriente izquierdista. Aunque la política tenga características cíclicas y la ideología suela ser un factor para considerar en las tendencias electorales de los votantes latinoamericanos, las etiquetas izquierda-derecha oscurecen más de lo que esclarecen.
Bajo la superficie, y más allá de los rótulos, la mayoría de los latinoamericanos buscan exactamente lo mismo que buscaban cuando el "viraje a la izquierda" estaba en boga. Tal y como el sondeo del Latinobarómetro ha mostrado desde mediados de los 90, tienden a preferir gobiernos que resuelvan problemas y muestren resultados. Quieren un buen desempeño -eficacia y honestidad- de sus líderes. La encuesta también muestra que las orientaciones ideológicas se han mantenido relativamente constantes.
No hay duda de que el viejo orden político fue rechazado en varios países de la región, que empezó con la elección de Chávez en 1998 y prosiguió con las victorias de Evo Morales en el 2005 y Rafael Correa en el 2006. Pero, aun en estos países, los resultados reflejaron más el deseo de una forma distinta de hacer política que la tendencia hacia la izquierda.
Una revisión del calendario electoral sugiere un aumento de la influencia de características y dinámicas locales, más que de tendencias ideológicas amplias, regionales, en determinar el resultado final. El peso de los diversos factores varía, dependiendo de cada situación particular. De hecho, con el impacto variado de la globalización en las sociedades latinoamericanas, es cada vez menos efectivo generalizar acerca de la política en la región. Hay numerosas Latinoaméricas (siempre las hubo, pero ahora más que nunca) y se mueven en distintas corrientes, a menudo contradictorias.
Las próximas elecciones en Chile, Brasil y Colombia ilustran este punto. En Chile, el factor principal puede ser la fatiga de dos décadas de gobiernos de Concertación y el deseo de cambio (de estilo, de imagen, si no de fondo), más que algún viraje a la ideología conservadora. No hay evidencia de que los chilenos se estén moviendo a la derecha. La presidenta de turno, la socialista Michelle Bachelet, goza de una popularidad sin precedentes.
En Brasil, después de 16 años de un exitoso liderazgo presidencial, bajo Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva, el país probablemente escogerá en octubre entre José Serra (del partido centrista PSDB, de Cardoso) y Dilma Rouseff (del PT, de Lula).
A Brasil le está yendo bien, y Lula, como Bachelet, es muy popular, así que la mayoría de los votantes preferiría la continuidad de sus políticas. Si bien Serra lidera hoy las encuestas, la campaña será decisiva y podría mejorar el panorama de Rouseff. Cualquiera que sea el resultado, es mejor no interpretarlo únicamente bajo una óptica ideológica.
Las elecciones presidenciales en Colombia, que tendrán lugar en mayo, se acercan con rapidez, pero la incertidumbre prevalece. La gran pregunta, que está a la espera de la respuesta de la Corte Constitucional, es si el presidente Uribe, todavía muy popular, puede lanzarse a un nuevo período. Otros candidatos se están posicionando, algunos a favor de las políticas de Uribe, algunos en contra. Los colombianos son particularmente pragmáticos. Estas elecciones, como otras, serán determinadas por una serie de factores, entre ellos, quién es visto como el más capaz de resolver los problemas de inseguridad y de malestar social y económico.
La creciente diversificación y fragmentación política de Latinoamérica tienen implicaciones dentro de la administración Obama. Ahora, más que nunca, es fundamental que Washington desarrolle conceptos estratégicos para toda la región que se ajusten a las diferencias de cada nación y que permitan guiar políticas razonables basadas en intereses comunes.
* Presidente de Diálogo Interamericano
No hay comentarios:
Publicar un comentario