Por Michael Shifter
El tiempo, Bogotá
Agosto 27 de 2009
Con las tensiones en aumento, y ante la desconfianza entre algunos gobernantes de Suramérica, resulta positivo que Unasur hubiera convocado una reunión especial este viernes en Bariloche (Argentina). Unasur es un escenario adecuado para el diálogo, y los 13 presidentes tienen mucho para hablar -incluyendo el acuerdo entre Colombia y E.U. para el uso de bases militares en la lucha contra las drogas y el terrorismo-.
Unasur promueve la integración regional y cuenta con una amplia agenda, que abarca intercambios comerciales, desarrollo económico y de infraestructura, migración regional y defensa.
Como potencia regional, Brasil ejerce gran influencia en su agenda. El Consejo Suramericano de Defensa también hace parte de la organización, a fin de reducir tensiones relacionadas con la seguridad y solucionar pacíficamente los conflictos.
A juzgar por los objetivos detrás de la iniciativa liderada por Brasil, no sorprende que el anuncio del acuerdo de bases militares en Colombia provocara una reacción tan fuerte.
A pesar de las promesas de Obama de un "nuevo comienzo" con Latinoamérica, persisten sospechas en la región sobre los motivos de E.U., en especial en cuanto al despliegue de recursos militares.
Este infortunado episodio entre E.U. y Latinoamérica pudo evitarse. En Washington, estrechos intereses burocráticos concretaron el acuerdo sin el sentido estratégico que surge de las altas esferas políticas. Tampoco se consultó a gobiernos de Suramérica -Brasil, en particular- para sentar los cimientos diplomáticos necesarios en acuerdos así.
Un error similar se cometió, hace una década, en los inicios del Plan Colombia. La ausencia de explicaciones previas de Washington sobre sus decisiones ha generado altos costos y debe corregirse para que América Latina pueda tomar seriamente referencias a un "nuevo comienzo".
La mención de Hugo Chávez de "vientos de guerra" en la última reunión de Unasur en Quito, en relación con el acuerdo E.U.-Colombia, es tan desproporcionada como su confiada predicción, hace diez años, de que el Plan Colombia conduciría a "otro Vietnam" en Suramérica.
A pesar de una tensión considerable, Suramérica está en paz, y esa parece ser la tendencia. Lo más seguro es que las mismas discusiones entre los gobiernos de la región -evidentes en Quito- estén en la mira en Bariloche. Chávez considera inaceptable el acuerdo entre Colombia y E.U. y los acusó de tener planes belicosos. Brasil también objetó el acuerdo, pero está alentando un diálogo regional.
Lula exige garantías explícitas de que las actividades relacionadas con las bases se limiten al territorio colombiano. No debería ser un problema, dado que Washington y Bogotá sostienen que el acuerdo es "más de lo mismo". Uribe no asistió a Quito porque percibió que habría una emboscada política. Sin embargo, irá a Bariloche para explicar el acuerdo y por qué es importante (y no, reitera él, para consultarlo con los presidentes).
Muchos defensores del acuerdo de E.U. con Colombia se encuentran en la incómoda posición de rechazar la política antidrogas de la que es parte. Una vez se aclaren los detalles del acuerdo, las discusiones de Unasur podrían enfocarse en las políticas contra este problema, flagelo de toda América.
La reunión podría examinar, como sugiere Uribe, los retos que enfrenta la región en materia de seguridad. Paralelamente al boom económico, aumentó la compra de armas y, aun así, los controles son insuficientes. Avanzar hacia una mayor transparencia sería positivo para Unasur y para otros esfuerzos multilaterales.
A pesar de la invitación de Lula, Obama no estará en la reunión para explicar el acuerdo de E.U. con Colombia. Su ausencia es comprensible. No obstante, los oficiales de alto rango de la administración Obama deben, al menos, prestar más atención a los actuales remolinos tempestuosos en Suramérica.
* Vicepresidente para asuntos políticos del Diálogo Interamericano
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