domingo, 11 de octubre de 2009

Obama y Honduras

Michael Shifter *

El Tiempo, Bogotá

Octubre 11 de 2009


Los nobles propósitos de Barack Obama de crear un entorno postpartidista en Washington, un Congreso estadounidense más funcional y un compromiso sostenido y de alto nivel frente a los asuntos latinoamericanos parecen cada vez más distantes. La decepción y frustración son claras en el desarrollo de la situación en Honduras. A pesar de lo que parece a veces como una ópera cómica tanto en Tegucigalpa como en Washington, hay mucho en juego, en especial porque las elecciones del 29 de noviembre se aproximan y la situación aún no se resuelve.

No hay duda de que Estados Unidos enfrenta un verdadero dilema con Honduras. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, las razonables diferencias sobre cómo abordar la situación y un debate constructivo se han eclipsado ante una gran dosis de tensión entre demócratas y republicanos. Ambos partidos se enfrentan por la forma en que la administración Obama debería abordar la expulsión forzada del presidente Manuel Zelaya el 28 de junio.

Como es su costumbre, Obama ha tratado de buscar el punto medio entre condenar con firmeza la expulsión y, en conjunto con los gobiernos latinoamericanos, insistir en el regreso del presidente Zelaya. Al mismo tiempo, no ha llegado al extremo de emplear tácticas punitivas para acelerar su regreso. Como resultado de buscar este equilibrio, la Casa Blanca ha sido criticada por ambos partidos, lo que ha convertido la crisis en un tema demasiado politizado.

Algunos demócratas -y latinoamericanos- han culpado a Obama por su ecuánime manejo argumentando que envía señales ambiguas frente al compromiso de Estados Unidos con la democracia. También ha habido cierto desencanto debido al rechazo de Obama de aumentar la presión sobre el gobierno de facto de Roberto Micheletti.

Con gran parte del liderazgo del Partido Republicano con algún nivel de desorganización, no ha aparecido una alternativa coherente desde el Congreso. En cambio, un puñado de republicanos ha hecho mucho ruido con la situación de Honduras como parte de un objetivo más amplio de atacar la política exterior de Obama. Sostienen que la usurpación inconstitucional del poder por Zelaya justificó que se lo expulsara y que Micheletti presidiera legítimamente las elecciones para definir el siguiente presidente de Honduras. También arguyen que el gobierno de E.U. no debería presionar para que regrese un aliado tan cercano a Hugo Chávez como Zelaya.

No es difícil escuchar los ecos de las batallas políticas de la Guerra Fría -los cuales Obama esperaba dejar atrás con su presidencia postpartidista-. El senador republicano Jim DeMint, de Carolina del Sur, miembro del Comité de Relaciones Internacionales, es quien ha liderado las acusaciones antiadministración sobre Honduras. DeMint ya ha utilizado procedimientos parlamentarios para retrasar la confirmación de los que pueden considerarse los dos más importantes funcionarios concernientes a las relaciones con América Latina: Arturo Valenzuela, como subsecretario de Estado, y Tom Shannon, nominado embajador de E.U. en Brasil. Esta semana, DeMint llevó una delegación del Congreso a Tegucigalpa, donde se encontró con oficiales del gobierno de facto y los instó a frenar la supresión de las libertades civiles, pero a ser firmes en negar el regreso de Zelaya.

Desafortunadamente, estos juegos partidistas se presentan en un ambiente donde la administración Obama está inundada por otras prioridades, especialmente del tema de la salud, de la economía, Irán y Afganistán. Aunque es innegable que las intenciones de la Administración de implementar un enfoque respetuoso y multilateral son de admirar, con la presión de problemas más urgentes y con puestos claves vacantes -no solo en el Departamento de Estado, sino en otros departamentos- Washington no es capaz de comprometerse lo suficiente para enfrentar los crecientes retos de la región.

Los niveles más altos del gobierno de E.U. están reaccionando a las situaciones a medida que emergen y, como resultado, no parecen estar enfocados en las consecuencias estratégicas y profundas de lo que está pasando en Honduras y en toda América Latina. Esto, a su vez, les abre espacio a oportunistas de ambos partidos, demócratas y republicanos, para polarizar el debate, ocuparse con la misma politiquería de siempre y enviar señales confusas sobre el papel de Washington en una región cada vez más convulsionada.

* Vicepresidente para asuntos políticos del Diálogo Interamericano

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