miércoles, 22 de abril de 2009

Uribe puede reemplazarse

Por Darío Acevedo Carmona

El tiempo, Bogotá

Abril 22 de 2009

Faltando un año largo para concluir su segundo mandato, el presidente Uribe mantiene altos niveles de popularidad y de aprobación. Incluso, según el Barómetro de las Américas que mide la popularidad de los presidentes de veinte países de la región, ocupa el segundo lugar superado sólo por el presidente Obama. Uribe, pues, se encuentra en la cresta de la ola y todo apunta a que así se mantendrá hasta el 7 de agosto de 2010. La política de Seguridad Democrática está consolidada y hasta algunos opositores manifiestan su acuerdo en que se mantenga. El sentimiento de confianza entre la población también está al alza. De manera que no hay motivos de preocupación pues no se observan nubarrones en el horizonte ni hay amenazas creíbles de que pueda ocurrir un reversazo, una catástrofe o una hecatombe.


Sin embargo, el presidente Uribe se mantiene inescrutable en cuanto a si busca o no un tercer mandato. Algunos piensan que detrás de la aprobación del referendo en el Congreso, con cambio en la redacción, está la mano de Uribe y que ese es un serio indicio de que está organizando todo para despejar los dos obstáculos que quedan en el camino, que la Corte Constitucional de su aval, y luego, el más difícil, alcanzar la participación del 25% del censo electoral.


Amigos, opositores y enemigos han intervenido en el debate sobre qué tanto conviene o perjudica al país, a su institucionalidad y a su imagen que el presidente se decida a buscar un tercer periodo. Hasta la Iglesia Católica ha dado a conocer su punto de vista en una clara intromisión en política que nos hace recordar épocas de violencia. La iglesia debería abstenerse de violar un precepto que harto dolor costó aceptar. Colombia es un país laico en el que no necesitamos que los pastores de almas se conviertan en predicadores políticos.

Parecen muy razonables los argumentos de quienes alegan que un tercer mandato, así tenga la venia del constituyente primario a través del referendo, altera el equilibrio de poderes y por tanto conlleva a una modificación sustancial de la Constitución. El presidente Uribe en caso de ganar, y en el futuro cualquier otro presidente, concentraría tantos poderes que la lucha política, base de la democracia, podría perder interés.

La idea de democracia encierra una filosofía de renovación, de cambio y de relevo que pretende evitar el enquistamiento en el poder de grupos o partidos que constriñan la competencia. Renovación quiere decir posibilidad de que los ciudadanos den nuevos aires a aquello que ha sido exitoso, cambio quiere decir posibilidad legítima de que se busquen otras alternativas, y, relevo quiere decir búsqueda de otros candidatos con otras formas de pensar, otros estilos.

Democracia también significa, aunque suene ingenuo, que no se puede aplastar a los rivales y opositores y que quienes están en posición mayoritaria, así sea producto de la buena gestión no deben obstruir el deseo legítimo de Otros y hasta de sus propios aliados de aspirar a gobernar. La jurisprudencia que aprobó la primera reelección se basó en el hecho de que en ese momento no se alteraba el equilibrio de poderes ni los derechos de la oposición a la lucha electoral en igualdad de condiciones. Dirán los amigos de un tercer mandato de Uribe que a nadie se le están negando sus derechos a participar en las presidenciales, dirán que el presidente está arriesgando fracasar en el referendo y que nada le garantiza su victoria en el 2010, que por tanto la batalla será entre iguales. Sin embargo, no podrán negar que sus altos niveles de acogida constituyen de por sí una ventaja apreciable. Si en cambio el uribismo triunfa con otro candidato y con las reglas de juego vigentes, nadie podrá chistar.


Miremos ahora el problema de si hay o no sucesores calificados para continuar y consolidar la obra de Uribe. Nadie es igual a nadie. Por cierto que Arias es una figura de pronto para el futuro, que Noemí ha estado muy alejada del ritmo país, que Juan Manuel Santos no tiene mucho carisma y que otros no tienen las calidades.

Aceptemos que en las filas uribistas nadie alcanza las del presidente, pero esa sería una razón adicional para que se entendiera que es necesario y sano abrir el juego en vez de sacrificar las expectativas de los que quieren probar y de otros que simplemente quieren hacer carrera política. No es justo que se les cierren las puertas en las narices y mucho menos cuando las condiciones creadas por la Seguridad Democrática y sus avances dan para pensar que el país sin Uribe no se iría al abismo. El argumento del miedo esgrimido por cercanos a Uribe carece de toda lógica y termina por negar los resultados positivos de los últimos siete años.

Conclusión: si Uribe se niega a un tercer mandato estando en la cresta de la ola saldrá por la puerta grande, reconocido y ovacionado. Además, su estatura y autoridad política le permitirán seguir jugando un papel de primer orden en el futuro del país y en la estructuración de su movimiento.

1 comentario:

jaime jaramillo panesso dijo...

Hombre darío: a Uribe Vélez no le conviene la reelección. Al que si le conviene es al país. Uribe se desgastaría por la crisis económica y por los ataques de los presidentes vecinos.Ni qué decir las presiones familiares. Pero al país le conviene. Una de esas razones las describes:no existe en cualesquiera de los precandidatos ninguno que tenga el talante,devidido por dos, de Uribe. Su próximo mandato, si logra pasar el camino sembrado de minas por el mamertismo y el liberalismo, al referendo, es un reconocimiento a su triunfo, pues Uribe ha ganado la guerra y la nueva consigna a desarrollar es Paz con los enemigos residuales de la patria y reconciliación entre los colomianos.No quiero decir retiro de la tropa.Consolidar, si, la seguridad democrática. Las arc no tienen otra líder de la nación con quien hacer el tratado de paz. Otro que llegare, como Fajardo o Gaviria, se dedicaría a generosas condiciones. Uribe debe dejar terminada su tarea, pues no tiene alumnos merecedores.