jueves, 30 de abril de 2009

Este artículo continuará

Por José Obdulio Gaviria

El Tiempo, Bogotá

Abril 29 de 2009

En el escándalo armado contra Tomás y Jerónimo Uribe, la cuestión va más allá de dilucidar si los hijos de presidentes (y, por qué no, de ministros, congresistas, magistrados, embajadores...) pueden, legítimamente, hacer negocios o no. (Pocos se atreven a llevar su celo furioso hasta el extremo de decretarles muerte comercial sin atenuantes; pero son ambiguos, porque no conviene a sus intereses aceptar decir que sí, mientras se practique la igualdad jurídica.)

Lo que separa conceptualmente a la seudoinvestigación del emponzoñado periodista -y su ruidosa chirimía de radio y televisión- de los hermanos Uribe es una antagónica concepción de la ética del trabajo. Los primeros piensan que el único camino digno para obtener riqueza es apropiándose de ella por la vía corsaria de los privilegios, las exclusividades y las rentas concedidas a quienes tengan cercanía con el poder. Los segundos, empresarios modernos, saben que el trabajo es la senda que conduce a la creación de la riqueza, tanto social como individual.

La visión premoderna, cuasi medieval, sólo sabe de privilegios. Desprecia el esfuerzo técnico inversionista y piensa que todo se puede conseguir con favores del Estado, según se tenga o no 'llegada' a él.

La que se funda en la ética que algunos llaman calvinista y, otros, democrático-liberal conoce las reglas: los permisos administrativos son obligatorios y todos concurren a su trámite en pie de igualdad.

Para los primeros, los permisos son riqueza en sí mismos y el Estado los da a capricho del funcionario; para los segundos, los permisos son requisito técnico que poco o nada agregan valor. Su obtención (de los permisos) es un simple estartazo para emprender la tarea, no un regalo discrecional del soberano, y se otorgan, dentro de reglas preexistentes, a todo agente económico (sea blanco o negro, nacional o extranjero, gobiernista u opositor, tenga apellido de relumbrón o sea un Perico Delospalotes), con la sola condición de que llene requisitos. Tan repugnante sería que los otorgaran a alguien por ser quien es, como que los negaran por ídem.

Como cada una de las partes en el zaperoco de marras representa culturas laborales tan antagónicas, su lenguaje también lo es: los primeros piden privilegios (concesiones arbitrarias, excluyentes y sin contraprestaciones); los segundos repiten tres veces el verbo trabajar.

Los primeros quieren devengar de las exacciones o exenciones tributarias, de los derechos exclusivos, de las demandas en tribunales de arbitramento. Los segundos producen bienes y servicios, registran invenciones y marcas, asocian capitales, imaginan maquetas, trazan carreteras, extienden redes de servicios.

Hasta en la iconografía se diferencian: los primeros elevan altares a los Madoff y a los Stanford y cantan loas al boato con que vivía un tal Piedrahíta, agente de pirámides en el estrato diez, rey del blof, del timo, del dinero fácil; los segundos encienden una veladora a San José o a San Cayetano, para que no los desampare en su esfuerzo constructivo ni de noche ni de día.

Los primeros creen que los hijos de dignatarios no deberían ensuciar su vida con el trabajo cotidiano, solitario y gris, sino emigrar hacia sinecuras y canonjías ancladas en el privilegio de ser 'hijo de fulano'. Los segundos se exigen a sí mismos más que los demás, respetan los POT, llevan la transparencia en sus transacciones y trámites hasta el lindero extremo, ponen su nombre de pila en las escrituras sin parapetarse detrás de testaferros, compran -por metros para vender por metros- a empresas que ofrecen sus lotes con anuncios publicitarios en diarios de gran circulación y en terrenos por donde pasa el tren desde 1917 y está trazada una doble calzada hace 14 años.

Los primeros deforman los hechos para que aparezcan como si los emprendedores fueran moralmente chuecos y legalmente gorobetos. Los segundos se defienden con una espada refulgente: la verdad. Se acaba el espacio y quedan muchas ideas. Prometo continuar el miércoles.

 

No hay comentarios: