sábado, 25 de abril de 2009

Posdata a "Alfonso Cano"

Por Álvaro Valencia Tovar

El Tiempo, Bogotá

Abril de 2009

El primero de agosto del 2008, en esta misma columna, le envíe una misiva que sé fue leída por usted. Acababa de asumir la dirección política y el mando militar de las Farc ante la desaparición de 'Manuel Marulanda', su jefe histórico. Le hacía ver la grave responsabilidad que este hecho implicaba, con una formación guerrillera en desastrosa situación, perdidas sus comunicaciones internas, desvertebrada territorialmente y con inconfundibles signos de desmoralización. Indicios todos de que se acercaba el fin inevitable.

Casi nueve meses después, todo denota un agravamiento de tan deplorable cuadro. Jefes importantes siguen cayendo o abandonando las desvaídas formaciones en las que combatientes veteranos están siendo reemplazados por niños y mozalbetes que poco significan como fuerza organizada, capaz de hacer frente a un ejército con elevada moral, persuadido de su eficiencia claramente demostrada en brillantes operaciones que, como 'Jaque', despiertan la admiración de propios y extraños.

El balance de poder resulta hoy aún más desfavorable para ustedes que por esas calendas. La caída del cuartel general instalado en las cuevas del Meta, con graves pérdidas de hombres y elementos para uno de los frentes vitales de las Farc, revela muchas cosas que no pueden escapar a su inteligencia y percepción. Trece bajas y once capturas de avezados combatientes de un grupo élite que rodeaba al 'Mono Jojoy', de cuya deteriorada salud se poseen informaciones sólidas, con la pérdida de un comandante de columna y su segundo, configuran golpes cuya dureza es imposible ocultar.

Proseguir la lucha armada en tales condiciones, segadas en buena parte las líneas y fuentes de aprovisionamiento y remisión de la cocaína que prolonga la inevitable agonía, tiene más de suicidio que de obcecación para un jefe responsable de vidas de su propia gente y del adversario compuesto de compatriotas suyos. Unas y otras son existencias colombianas que han pasado a depender de usted. Que podrían salvarse con un acto de valor, una decisión sabia, una reflexión sustentada en la lógica de los conflictos armados. En sus manos está adoptar la decisión. Dura como pueda aparecerlo, lo es menos que ver desmoronarse, deshacerse en la nada, un empeño revolucionario que hoy no es siquiera sueño realizable, sino pesadilla atroz.

De las Farc de 'Tirofijo' se dijo muchas veces que eran como el ave fénix de la leyenda que resurge una y otra vez de sus propias cenizas. La fábula es hoy irrepetible y usted lo sabe o al menos debe tener la claridad de comprenderlo. Usted, con su bagaje de profesional y estudioso, no puede cerrar los ojos ni la mente a una realidad inobjetable: las revoluciones no pueden realizarse sin pueblo y ustedes, los forjadores de un sistema político derrumbado por la historia en el mundo entero, donde se implantó con éxito, se hundió en gigantesco fracaso, perdieron ese pueblo que pretendieron someter por la imposición y el terror. ¿O es que olvidan las multitudinarias marchas que en Colombia y más de 50 países los condenaron como terroristas y secuestradores? ¿O que se engañan a sí mismos buscando reconquistar ese pueblo con atentados terroristas o pequeños éxitos locales, mientras en el gran escenario de la nación colombiana se les rechaza, se les mira con odio y rabia, se clama por la liberación de los rehenes que se empeñan en llamar prisioneros de guerra?

En semejante situación, objetiva y realista, le reitero lo que le ofrecí en la misiva del primero de agosto: si lo que aquí escribo llega a penetrar en su mente y de alguna manera tocar su corazón, con gusto repetiría la labor cumplida con el M-19 de Carlos Pizarro. No me mueven ansias de figuración ni aspiraciones burocráticas. Si puedo calladamente hacer algo para instrumentar su decisión de paz, cuente usted con mi apoyo leal y sincero

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