lunes, 20 de abril de 2009

Señales de paz

Por Eduardo Pizarro Leongómez

El tiempo, Bogotá

Abril 20 de 2009

En las últimas semanas se han multiplicado esperanzadoras señales de paz. Tanto los grupos guerrilleros como el Gobierno han lanzado importantes iniciativas en tal sentido.

En primer término, el Gobierno Nacional les ha planteado a las Farc que un gesto de voluntad política, tal como la declaración de una tregua unilateral por tres o cuatro meses, sería una señal suficiente para abrir un camino de negociación.

En segundo término, las Farc abandonaron la pretensión de un despeje de Pradera y Florida como un prerrequisito inamovible para un eventual canje humanitario, lo cual fue complementado con el ofrecimiento de la entrega del cuerpo del mayor Guevara y la liberación del hijo del profesor Moncayo, Pablo Emilio. Es más. Los comunicados que daban cuenta de estas decisiones se acompañan del anuncio de una voluntad de negociación de paz.

Por último, el Eln ha planteado también su voluntad de reanudar las frustradas negociaciones de paz en La Habana, las cuales se hundieron como consecuencia del radicalismo de un sector de esta guerrilla. Mientras que los negociadores en La Habana tenían ya preparado el texto final para la firma, recibieron un mensaje de algunos miembros del Comando Central (Coce) en el que rechazaban la firma del acuerdo. A partir de ese momento, el Eln solamente se ha debilitado y debilitado.

Estas señales de paz pueden ser objeto de dos lecturas distintas. Una lectura pesimista piensa que se trata de más de lo mismo. Es la lectura de León Valencia en su más reciente columna ('No hay nada nuevo en el 'salto estratégico' ", EL TIEMPO, 18 de abril del 2009). Según esta lectura, se trata de un simple juego de luces artificiales mediante las cuales los unos y los otros, el Gobierno y la guerrilla, hacen jugadas tácticas para ganar espacio político y ocultar su verdadera voluntad militarista.

Por una parte, según León Valencia, el presidente Uribe necesita mantener un clima de confrontación armada para fortalecer su voluntad reeleccionista. Por otra parte, los máximos jerarcas de las Farc y el Eln, 'Alfonso Cano' y Nicolás Rodríguez, han demostrado poca audacia e iniciativa frente a los cambios internos (en particular, el debilitamiento estratégico de ambas organizaciones) y los profundos cambios políticos a nivel continental.

Otra lectura, más optimista, piensa que estamos en nuevo escenario. Un escenario óptimo para lograr avanzar en un proceso de paz exitoso.

Por una parte, la creación de la organización Colombianos y Colombianas por la Paz como interlocutora llena un profundo vacío en la necesaria mediación política entre el Gobierno y la guerrilla. El comportamiento errático y, en muchas ocasiones, malintencionado de los negociadores europeos le hizo un enorme daño a la paz.

Por otra parte, el nombramiento de Frank Pearl como nuevo consejero de paz es una buena noticia. Luis Carlos Restrepo, a quien los colombianos le debemos un reconocimiento nacional por su labor a favor del desmonte de los grupos paramilitares -una auténtica hazaña histórica-, había gastado su capital político en esta tarea monumental.

Finalmente, el debilitamiento estratégico de la guerrilla -ya constituye una sombra del pasado- y los cambios en la dinámica política de América Latina han hecho de las Farc y el Eln verdaderos lastres históricos. Si la izquierda no avanza en Colombia en contraste con el resto del continente, es debido al peso de la degradación del proyecto insurgente. ¿Cómo creer en la izquierda si la guerrilla, que se reivindica de este campo, continúa cometiendo crímenes de guerra y de lesa humanidad?

Tanto a Uribe como a las Farc y al Eln les conviene abrir espacios de interlocución política. Para el primero, el enorme gasto militar es un lastre en una época de vacas flacas. Para los segundos, cada día es un paso adicional hacia el abismo.

Estamos viviendo ya el final del conflicto armado. Ojalá que este período no constituya una larga y dolorosa agonía.

 

 

 



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