lunes, 20 de abril de 2009

¿Qué va detrás de la liberación?

Por Alvaro Valencia Tovar

El País, Cali

Abril 20 de 2009

Al regocijo que produce el anuncio de la próxima liberación del cabo del Ejército Pablo Emilio Moncayo, tras once interminables años de secuestro en manos de las Farc, se añade una intrigante cuestión: ¿por qué se escogió a este modesto rehén y sólo a él? 


Conociendo el duro pedernal con el que están hechas las almas de los jerarcas de esa guerrilla, hay que descartar de plano cualquier consideración humanitaria. De existir, hace tiempos se habrían puesto en libertad los centenares de cautivos sometidos a las más degradantes condiciones en lo profundo de la manigua malsana. 


No es la imagen conmovedora del profesor Moncayo recorriendo el mundo en busca de la liberación de su hijo. Recuerda su peregrinaje al de Laurentino Silva, el personaje de José Eustasio Rivera, en La Vorágine, recorriendo los vericuetos de la selva en busca de las cenizas de su hijo. Al no ser la compasión el móvil, se precisa buscarlo en el utilitarismo despiadado de sus captores. 


Pablo Emilio, por fuerza del angustiado periplo de su padre, que ha llegado hasta organismos extranjeros como el Parlamento europeo, es la figura más reconocida entre los rehenes de las Farc. Su liberación incondicional, agregada a las que se han efectuado recientemente, busca sin duda lavar la imagen perversa que el mundo se ha formado de la organización terrorista. 


No sólo eso. El más reciente pronunciamiento de alias Alfonso Cano a favor del “canje de prisioneros de guerra” –en verdad liberación humanitaria, pues ni son prisioneros de guerra los secuestrados ni un canje es admisible entre un gobierno legítimo y una agrupación terrorista en armas contra éste –ofrece prescindir de la “inamovible” exigencia de entregarles los municipios de Florida y Pradera. 


La guerrilla, como en situaciones anteriores, busca ganar tiempo. Los últimos éxitos militares, la pérdida del cuartel general del ‘Mono Jojoy’ en las cuevas del Meta, la tienen cercana al colapso en sus componentes mayores. ¿Qué mejor argumento para ese propósito que un “canje humanitario de prisioneros de guerra” con las dilaciones y subterfugios que ello traería consigo? 


 

 

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