miércoles, 15 de abril de 2009

El delito de ser Presidente

Por Alvaro T. López

El Mundo, Medellín

Abril 8 de 2009

 

A solo dos días de haber el representante del señor Presidente en el Consejo Superior Universitario librado y ganado una feroz batalla, para que se consolidara por tres años más el poder absoluto del clan de médicos que lleva quince en la Rectoría, en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia se lanzó, o relanzó, en un acto institucional, un libro que analiza el fenómeno del paramilitarismo en Colombia, más exactamente en el departamento de Córdoba. En atención al título del libro, podría alegarse que lo que pasa a las puertas de la casa de uno no es de la propia responsabilidad, pero sería un argumento demasiado leve para una asunto tan delicado, como es el de jugar con el buen nombre de las personas.

En Colombia se volvió normal que cualquiera, escudado en la libertad de expresión, barra con el derecho al buen nombre que tiene uno como ciudadano. Se escriben artículos de los llamados de opinión, despotricando de la gente, acabando honras y tranquilidades, como si el hecho de escribir para un medio masivo de información nos diera licencias para determinar quién es bueno y quién no lo es, como si se pudiera desde una columna tomar venganza por viejas deudas o, peor aún, tramitar traumas juveniles por información familiar imposible de ventilar. En esto, vale la pena decirlo, tienen tanta responsabilidad el autor del escrito como el medio que permite que el amarillismo y la discriminación odiosa de pequeñas mentes, sean lo que vende.

En la literatura, la cuasi literatura y en las bellas artes, ocurre otro tanto. En lo que con sorna describen los amigos extranjeros como el estilo Colombia, han caído centenares de escritores y algunos han alcanzado cierta popularidad. Se trata de una obsesiva tendencia a describir los fenómenos sociales del país, desde una perspectiva poco edificante. Ya en Colombia no hay más tema para una novela, una telenovela o una película, que el del narcotráfico. Antes nos discriminaban en los aeropuertos como sospechosos por venir de un país con problemas. Pero hoy el problema del que nos tratamos de defender, es la bandera que exhibimos en los festivales internacionales de cine, en las ferias literarias y en los foros donde somos invitados. Solo se habla de la Colombia mafiosa.

El caso del libro lanzado en el Paraninfo, es especialmente grave por tratarse del nombre del hombre que ha sido elegido por los colombianos para que sea su Presidente, dos veces, con votaciones definitivas, copiosas y contundentes como nunca se había visto en el país. Uno de los autores, en el discurso de lanzamiento, descaradamente reconoce que no hay nada probado, que el libro no podría aportar nada en un juicio contra el señor Presidente. Pero claro, un libro de esa naturaleza no constituye prueba sino en contra del autor. El tipo dice que se trata de una especie de prueba ética, para que todos sepamos de la mano de un hombre bueno, lo malo que le está pasando al país. ¡Horror! Ahora encontramos un filón mercantil: hablar sin pruebas contra el Presidente.


Para la Universidad tiene que ser claro que una cosa es la libertad de expresión y otra la diatriba calumniosa. Lo del Paraninfo se parece a lo de cierta señora que alegaba que el Gobernador de Antioquia tenía vínculos con el bajo mundo por que había sacado votos en determinadas zonas. Aquí nadie prueba nada. Todo se vuelve verdad a partir de la suposición de cualquiera que se autoproclama mejor que los demás. Pero si en medio de toda esta baraúnda hay algo cierto, es que los autores de novelas y libretos, los que tratan de vendernos la imagen de ascetas al servicio de las buenas costumbres, no son más que mercaderes que escriben para vender, y no han encontrado mejor forma de vender, que acabar con lo que nos queda de Colombia. Se benefician del narcotráfico, tanto, como el que vende droga.

 

 

 

 

 

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