martes, 28 de abril de 2009

Sigue Correa

Editorial

La Patria, Manizales

Abril 28 de 2009

El ratificado presidente ecuatoriano tiene toda la legitimidad para impulsar las políticas con las que obtuvo el favor popular, y ojalá que tenga éxito. Lo que no parece justo es que pretenda endilgarle a Colombia y al gobierno de Uribe todos sus problemas. 

Como estaba previsto el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, recibió el domingo el favor democrático de su pueblo y por amplia mayoría se impuso en las urnas en una nueva elección presidencial que, en el papel, le garantiza otros cuatro años de permanencia en el poder en otra muestra más de reeleccionismo en la región.

Fue un triunfo inobjetable y como tal hay que reconocerlo. Correa ha sabido ganarse la simpatía de la mayoría de su pueblo gracias a la adopción de programas revolucionarios inspirados en tesis del libertador Simón Bolívar, aunque llevados al extremo en una jugada de populismo y rebeldía que seduce a los pobres, pero que es peligrosa porque despierta pasiones que muchos, inspirados en un falso nacionalismo, no saben manejar.

Sin duda debe tener méritos el actual presidente Correa frente a sus conciudadanos para haber obtenido la votación que alcanzó para su reelección, en parte como él mismo lo reconoció en su discurso luego de conocer los resultados electorales, porque en su país llevaban siete presidentes en los últimos 10 años, con toda la frustración que ello arrastra. No obstante, y sin pretender entrometernos en asuntos internos, Rafael Correa no puede seguir llevando las riendas de un país mientras destile odio y malquerencias contra otras naciones, y en ese sentido lo que hace frente a Colombia es un juego arriesgado.

Preocupa también que en el mismo discurso de celebración de la victoria el mandatario ecuatoriano anunció que pondrá en cintura a los medios de comunicación que son críticos de su forma de manejar el poder, lo que parece ser el primer signo de una dictadura que no tiene otra alternativa que intervenir la prensa cuando es contraria a las tesis del gobierno. 

Con respecto a Colombia si bien el reelecto presidente no ha hecho alusión expresa, sí vale la pena poner en contexto las diferencias que el propio mandatario vecino se ha encargado de exacerbar luego del ataque en que fue abatido 'Raúl Reyes'. Desde entonces las relaciones diplomáticas han estado marcadas por una indiferencia ecuatoriana que sigue reclamando imposibles para restaurar las relaciones diplomáticas.

Sobre las comprobadas relaciones de funcionarios del gobierno de Correa con las Farc, hay que dejar que la justicia ecuatoriana se pronuncie y esperar que la policía internacional haga lo propio. Lo que esperamos todos es que haya un compromiso claro de combatir el terrorismo y el tráfico de drogas por parte del Ecuador, en el entendido de que este también es un problema que les incumbe a ellos y como tal lo deben enfrentar.

Ya está bien de tanto resentimiento. Correa no puede seguir siendo enemigo de Colombia simplemente porque quiere serlo del presidente Álvaro Uribe. Su tesis y estrategia para con nuestro país las tiene que cambiar si lo que pretende en realidad es ser hermano bolivariano. De hecho su actitud ha degenerado un comportamiento xenófobo hacia los colombianos que allí viven, muchos de los cuales, sin tener culpa por las diferencias diplomáticas, han sido objeto de ataques violentos y de persecuciones. 

El ratificado presidente ecuatoriano tiene toda la legitimidad para impulsar las políticas con las que obtuvo el favor popular, y ojalá que tenga éxito. Lo que no parece justo es que pretenda endilgarle a Colombia y al gobierno de Uribe todos sus problemas. Esperemos que pasada la campaña electoral regrese el buen criterio que lleve a reanudar las relaciones diplomáticas sobre la base del respeto mutuo, la colaboración en la lucha contra el crimen y la apertura comercial de las fronteras como fuente de riqueza para ambos países.

 

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