lunes, 20 de abril de 2009

Cano y Cía, maestros del cinismo

Editorial

El Mundo, Medellín

Abril 19 de 2009

La pregunta que habría que hacer a las Farc es: ¿Con qué derecho han tenido a ese inocente casi doce años privado de su libertad?

El jueves pasado, en un comunicado publicado en la página web de la senadora Piedad Córdoba y en la conocida portavoz de las Farc en Internet, la agencia Anncol, ese grupo notificó que liberará “unilateralmente al cabo Pablo Emilio Moncayo” y lo entregará “personalmente a una comisión encabezada por la senadora Córdoba y el profesor Moncayo una vez se organicen los mecanismos que garanticen la seguridad de la operación”. Ese mismo día y el viernes, en resonantes apariciones en la televisión y en la radio, la portadora de la “gran chiva” dijo que probablemente en un mes podrán dar cumplimiento a la promesa y que, de paso, el liberado será portador de pruebas de supervivencia de los demás ‘canjeables’. 

En vísperas del anterior anuncio, el Secretariado de las Farc había colgado en la página de Anncol un “comunicado de saludo a la V Cumbre de las Américas”, cuyos apartes fundamentales fueron difundidos por agencias internacionales de noticias y en un centenar de páginas proclives a la organización terrorista pero que poca repercusión tuvo en la prensa colombiana (¿será que estamos aprendiendo?) en el que se toman el atrevimiento de instar a los 34 mandatarios del continente “a buscar caminos civilizados para la superación del conflicto colombiano en el tiempo más breve posible, a fin de concretar un acuerdo humanitario que posibilite un intercambio de prisioneros de guerra y trabaje para proteger a la población civil de los efectos de la confrontación militar”. Con la pretensión de sacudirse el estigma de narcoterroristas y secuestradores, vuelven con el viejo cuento de que su origen fue un “alzamiento popular de resistencia que devino posteriormente en la conformación y consolidación de movimientos revolucionarios político-militares...”. Toda esa perorata es de un cinismo subido, pero el colmo del descaro es cuando hacen “votos por el avance en la lucha contra el narcotráfico entendiendo el tema de la droga más como un fenómeno social y de salud pública que policial, así como medidas concretas que protejan la biodiversidad y el clima de la irracionalidad en boga”. ¡El diablo haciendo hostias y pretendiendo que los presidentes de América comulguen con ellas! 

Volviendo al tema de la liberación de Moncayo, nos parece inaceptable y creemos que el periodismo colombiano no debería prestarse al perverso juego de prolongar la expectativa por un mes – y cuando dicen un mes, puede ser mes y medio o más, porque a última hora se les ocurre que los operativos del Ejército no garantizan el éxito de la solemne ceremonia o cualquier otro pretexto – explotando miserablemente la ansiedad de los parientes y el natural interés de los colombianos por un desenlace, aplazado con sevicia hora tras hora, día tras día, semana tras semana por los victimarios, como ha sucedido con las anteriores liberaciones. Ya se está viendo cómo el profesor Moncayo y la madre del suboficial secuestrado, por cuenta de esa manipulación de sus sentimientos, pasan a ser parte del comité de aplausos de los ‘generosos’ liberadores y elementos de presión sobre el Gobierno, al que le exigen garantías, lo amenazan de responsabilizarlo del eventual fracaso de la liberación y lo acusan de no haber hecho nada por el intercambio humanitario. Frases descomedidas e injustas como la que le escuchamos al profesor Moncayo, de que “ojalá no se le pongan tropiezos a la liberación de mi hijo porque tal parece que aquí al Gobierno no le interesan nuestros seres queridos”, son las que han caracterizado su respetable pero politizado peregrinaje en pos de la liberación de su hijo, hábilmente utilizada por sus victimarios. 

Entretanto, la senadora Córdoba y sus ‘compas’ del grupo Colombianos y Colombianas por la Paz están sirviendo de cohorte para que durante un mes tengamos como parte fundamental del programa de noticias colombianas la ocurrencia del día sobre los trámites para liberar a Moncayo, cuando a éste lo pueden soltar en cualquier lugar de Colombia, por remoto que sea, y el primer campesino que lo vea estará feliz de llevarlo a la inspección de Policía o Alcaldía más cercana. Aun admitiendo como válido que estén buscando una compensación en show publicitario por su liberación, pues que se tomen el tiempo razonable para organizar la entrega a la Cruz Roja y para garantizar la seguridad de los encargados de entregarlo y punto. 

El periodismo, especialmente el radial, debería ser más crítico a la hora de abrir sus micrófonos, casi sin límite de tiempo, a la portadora de una noticia que, si primara el sano criterio periodístico sobre el gusto por explotar los aspectos morbosos de la anunciada liberación, debería reducirse a: “bueno senadora... usted dice que lo liberarán en un mes, pues entonces volvemos a hablar cuando eso ocurra”. Las Farc son muy hábiles en explotar esa debilidad de los medios de comunicación para convertirlos gratuitamente en sus altavoces, y prueba de ello son los réditos que han sacado de las “liberaciones a cuentagotas”. La del cabo Moncayo, por sí sola, después del espectacular periplo de su padre por las Europas y los países ‘albinos’ de América, clamando por su liberación y de paso denostando del Gobierno, sí que les ha sido rentable y de ahí que no hayan querido mezclarla con la de otros secuestrados. 

Lo lamentable, en fin, es que al cinismo redomado de la narcoguerrilla, se suman la colaboración activa de doña Piedad y sus amigos, y la resonancia injustificada que le dan los medios, que de hecho no están colaborando a la liberación sino al escándalo y a la explotación del hecho con beneficio publicitario para los delincuentes, cuyo objetivo es hacer aceptable la tesis de que están haciendo un gesto de generosidad cuando la pregunta que habría que hacerles es: ¿Con qué derecho han tenido a ese inocente casi doce años privado de su libertad?

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