domingo, 5 de abril de 2009

El destape del Darién

Editorial

El Colombiano, Medellín

Abril 5 de 2009

Razones ambientales respetables, pero susceptibles de controversia, y temores alimentados por falsos imaginarios colectivos, han impedido la integración de todo el continente con una vía entre Argentina y Alaska. Son 108 kilómetros de una barrera natural antimigratoria, que convierten un santuario ecológico en un refugio de grupos armados ilegales.

En su reciente visita a Panamá, el Presidente Uribe puso sobre el tapete la apertura del Tapón del Darién, con claros argumentos de integración y de seguridad para recuperar una zona donde proliferan grupos armados ilegales, traficantes de armas, de drogas y de personas.

En este "tapón" de un poco más de 100 kilómetros de territorio selvático, se anida el abandono. De hecho, el Darién es la provincia más empobrecida de Panamá. Mantenerla en el atraso, al amparo de argumentos ambientalistas y temores atávicos, lo único que ha conseguido es convertir esa preciada reserva ecológica en santuario de la ilegalidad, refugio de guerrilleros y grupos al margen de la ley para mantener secuestrados y establecer laboratorios de drogas.

En un paso más de la integración entre Colombia y Panamá, habrá una línea de transmisión de energía. ¿Constituye ese proyecto binacional un atentado ecológico? ¿Por qué entonces lo sería una vía, hecha con todas las interventorías ambientales necesarias y que además sería la mejor forma de garantizar la seguridad en la zona y la conservación de ese patrimonio de la humanidad?

El dichoso "tapón" se ha convertido para los panameños en un fantasma amenazante. En su imaginario colectivo creen que si se abre, los invadimos con nuestros males. ¿Por qué no pensar que también llegará lo bueno: nuestra industria, nuestro comercio, nuestra medicina, nuestras universidades, nuestro turismo, nuestros alimentos. Y no solo los nuestros, sino los de toda América del Sur, al tiempo que Centroamérica ampliará también su mercado.

De temores infundados se alimentan algunos políticos y por ello, "el tapón" no está en la agenda de los candidatos que se presentarán a las elecciones presidenciales del próximo 3 de mayo, pese a reconocer que para convertir a Panamá en un país moderno e incluyente se requiere más desarrollo del que les proporcionan los ingresos del Canal, su comercio y sus entidades financieras.

Nos alegra coincidir plenamente con el pronunciamiento del periódico El Mundo (cuyo director Guillermo Gaviria Echeverri lleva muchos años clamando por la ruptura del Tapón del Darién), al solicitar el apoyo del BID y de los gobernadores de Centroamérica para conectar definitivamente la carretera Panamericana, de 25.800 kilómetros entre La Patagonia y Anchorage, "interrumpida entre Panamá y Colombia, en un tramo de sólo 108 kilómetros, 58 allá y 50 aquí, cuya construcción costaría unos US$ 231 millones".

EL COLOMBIANO, como defensor de esa integración social y económica, convoca al diálogo sobre la importancia de destapar el Darién y proponemos explorar la idea de una cumbre binacional con autoridades, expertos y periodistas colombianos y panameños.

Resulta inconcebible pensar que los habitantes de Panamá crean, sinceramente, que destaponar el Darién, el único tramo que falta para que un argentino pueda viajar por tierra hasta Alaska, significaría una invasión de colombianos indocumentados. Un temor sin verdaderas raíces latinoamericanas, y con más clara influencia norteamericana, por anteriores políticas antimigratorias que inspiraron obras como el muro de 1.125 kilómetros que se construye en la frontera entre Estados Unidos y México, y que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha calificado como una vergüenza.

No existiendo barreras naturales antimigratorias con los demás países de Suramérica, ninguno ha registrado tal invasión. Los colombianos no somos una plaga que tengan que contener con tapones. Y lo que sí es cierto es que, independientes de su origen y nacionalidad, "los bandidos nunca han tenido fronteras", como les dijo el Presidente Uribe a los empresarios panameños.

 

 

 

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