Álvaro Valencia Tovar
El País, Cali
Noviembre 23 de 2009
El acuerdo logrado por los gobernadores en su reciente reunión para disponer que en sus jurisdicciones se establezca prohibición absoluta para el porte de armas, así estén amparadas por salvoconducto, durante el mes comprendido entre el 9 de diciembre y el 9 de enero, constituye un acierto digno de aplauso y merecedor de un irrestricto apoyo ciudadano. Una sociedad conflictiva, saturada de violencia y las armas blancas y de fuego que hasta los colegiales llevan a sus planteles agregan un factor a la predisposición a la reacción desmesurada ante cualquier acto que se juzgue hostil de quienes nos rodean.
Lo que se califica como defensa subjetiva en el léxico jurídico, se agudiza en quienes portan armas, particularmente en vecindarios donde predominen elementos antisociales y sea notoria la descohesión social. Pero aun en estratos altos la hiperestesia del miedo suele manifestarse en actos casi reflejos de naturaleza violenta, en los que el arma resulta empleada como sustituto de la razón.
Un mes de desarme general, ojalá voluntario, constituirá un período de prueba en ruta hacia la prevalencia de lo que debería ser la situación habitual de un cuerpo social. El individuo acostumbrado a andar armado se siente desprotegido si no lleva consigo el instrumento letal. La exagerada publicidad que se otorga a los hechos de sangre sobredimensiona la violencia real. Todo el mundo se siente amenazado a toda hora y halla en su arma un respaldo moral y una medida defensiva ante el medio hostil. Que no lo es tanto, pero que sus temores lo hacen considerarlo así.
Lo grave es que a las tendencias del estar armado suele agregarse la bebida alcohólica. Una inmensa mayoría de homicidios y lesiones personales se cometen bajo la influencia del licor. Las fiestas navideñas, cuyo solo espíritu invita a la paz, la armonía, la benevolencia, suelen suscitar tragedias de toda índole por la mezcla explosiva de pólvora y alcohol. El mes sin armas, estamos seguros, reducirá en altísimo porcentaje los hechos de sangre donde quiera se aplique a cabalidad, bajo control activo de la autoridad. Lo propio ocurrirá con el Año Nuevo y los Reyes. Importante sería que del ensayo surgiera la conciencia de abandonar el arma o relegarla a la simple tenencia hogareña frente al robo o el atraco.
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