Juan José Perfetti Del Corral
El Colombiano, Medellín
Diciembre 11 de 2009
En la sesión inaugural del Pasado Congreso Nacional de Cafeteros, el presidente del Congreso le hizo al Gobierno Nacional y, particularmente, al Presidente de la República, la solicitud de implementar una tasa de cambio preferencial a la que llamó "dólar cafetero".
De esta manera, piensan los cafeteros, será posible devolverle la productividad y la rentabilidad al negocio cafetero y, de paso, reducir el impacto de la revaluación del peso que ha afectado los ingresos de los cafeteros y las finanzas del Fondo Nacional del Café.
No se entiende cómo un gremio que durante los últimos ocho años ha recibido aportes del gobierno por valor de 1,4 billones de pesos salga ahora a pedir que se implemente una medida superada décadas atrás y que no dejó buenos recuerdos. Implementar un dólar diferencial significa volver a la discrecionalidad en la asignación de los beneficios cambiarios y a las presiones indebidas que terminan convirtiéndose en fuente de corrupción.
Adicionalmente, una medida de este tipo desestabiliza la política cambiaria y afecta un manejo macroeconómico responsable. En el pasado, la política cafetera y la aplicación de algunos de sus instrumentos tuvieron como efecto crear una situación artificial que con el tiempo se volvió insostenible y que representó un alto costo para el sector.
Las dificultades que hoy vive el sector, en parte, son consecuencia de esos manejos. No se puede pensar mantener un sector exportador soportado en medidas de apoyo y en subsidios que lo alejen de las realidades de los mercados.
Por el contrario, lo que se tiene que hacer es proveerle al sector los apoyos necesarios para que cada día sea más competitivo, sin tener que recurrir a muletas que lo mantengan compitiendo en los mercados de manera artificial.
Los apoyos que reciben los sectores deben dirigirse a incrementar la productividad como fuente última de la competitividad. En este sentido, el desarrollo tecnológico y la innovación deben recibir una atención especial, lo mismo que la generación de bienes públicos como la infraestructura.
La sustancial baja de la producción cafetera que se ha registrado este año bien puede responder, además del clima, a los efectos que la crisis mundial cafetera de los últimos años tuvo sobre el manejo que hicieron los productores de sus cafetales.
Las necesidades de renovación de cafetales y la incapacidad de la base productiva nacional de responder a las favorables señales de los mercados externos, expresadas éstas en los buenos precios internacionales y las crecientes oportunidades de diferenciación del producto muestran, con toda claridad, la necesidad de centrar los apoyos en las bases de la productividad cafetera que tienen que ir más allá de la sola base de recursos naturales.
El reto consiste, entonces, en lograr incorporar, de manera creciente, más conocimiento e innovación en el sector y en el negocio cafeteros.
Es conveniente recordar que, desde principios del siglo pasado, la historia del sector cafetero ha estado íntimamente ligada a la investigación y al desarrollo tecnológico en el sector.
Simultáneamente, a la constitución de la Federación Nacional de Cafeteros, se fundó el Centro de Investigación del Café, Cenicafé. Los avances en extensión y asistencia técnica cafetera han sido emulados por otros sectores agropecuarios. Es decir, el sector cafetero colombiano cuenta con las capacidades y las instituciones necesarias para soportar una modernización y un fortalecimiento de la base productiva cafetera.
El sector no requiere, frente al reto que se planteó en el Congreso Nacional de Cafeteros de llegar a producir hasta 18 millones de sacos por año, desarrollar una caficultura minusválida, dependiente de apoyos insostenibles en el tiempo; lo que debe hacer, por el contrario, es potenciar sus capacidades naturales y las desarrolladas para sustentar en ellas las bases de su desarrollo futuro.
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