viernes, 24 de julio de 2009

Chávez: hegemonía en reversa

Editorial

El Colombiano, Medellín

Julio 24 de 2009

Según la concepción que tiene Hugo Chávez de su misión histórica, gobernar a un país de 27 millones de habitantes resulta insuficiente. Más aún, en sentido estricto, ocuparse de las tareas cotidianas inherentes a la conducción gubernamental de una nación de tamaño mediano no parece interesarle. Para hacer realidad su aspiración de revivir la gesta libertadora, el control de Venezuela sería apenas un primer paso para llevar a cabo el proyecto de conformar un bloque continental bajo su liderazgo. Ese ha sido el hilo conductor de la diplomacia petrolera bolivariana y de iniciativas como Telesur, el Banco del Sur y el ALBA.

Al impulso de altos precios de petróleo, y generosos subsidios a gobiernos afines, Hugo Chávez adquirió protagonismo internacional como adversario de George Bush y vocero del anti-imperialismo. Ese esquema, que produjo resultados durante varios años, viene experimentando tropiezos atribuibles a factores de distinto orden. La crisis financiera internacional ha implicado una drástica reducción en el valor de las exportaciones de petróleo y en el flujo de ingresos fiscales de Venezuela. Además, ha puesto de presente las serias limitaciones de un manejo macroeconómico inepto y errático.

La actitud conciliadora de la administración Obama ha contribuido a restarles audiencia a las diatribas anti-americanas. En la medida en que el régimen bolivariano acentúa la represión interna y pone en evidencia su carácter autocrático, debilita su legitimidad. La dificultad para cumplir con la cláusula democrática del grupo puede convertirse en un obstáculo para el ingreso de Venezuela a Mercosur.

Varios procesos electorales recientes ilustran la creciente resistencia que suscita el intento de exportar el Socialismo del Siglo XXI al resto de América Latina. Un factor determinante de la estruendosa derrota sufrida por Néstor y Cristina Kirchner en las elecciones legislativas del 28 de junio en Argentina fue su alianza con Chávez. Tanto los sectores de oposición como los empresarios temían que el eventual triunfo del gobierno conduciría a acentuar el autoritarismo político y la estatización de la economía, tal como ha sucedido en Venezuela.

En México, el PRD, el partido político que es percibido como afín al régimen venezolano, sufrió un descalabro que lo coloca en un distante tercer lugar, detrás de los dos partidos tradicionales, el PRI y el PAN. En Panamá, el triunfo por un amplio margen del candidato de centro-derecha, Ricardo Martinelli, sobre la candidata del partido de gobierno, Balbina Herrera, se atribuye en parte a suponer que ella simpatizaba con el sistema chavista. En El Salvador, el presidente Mauricio Funes procedió a tomar distancia de Chávez desde el comienzo de su mandato al anunciar que sus referentes eran Barack Obama y Luiz Inácio Lula da Silva.

Lo que se manifiesta a lo ancho y largo del hemisferio es el rechazo decidido de la clase media latinoamericana a la hegemonía comunicacional, a la criminalización de la oposición y al atropello a las libertades individuales y el derecho de propiedad que caracterizan la forma como Hugo Chávez concibe su proyecto revolucionario.

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