lunes, 27 de julio de 2009

Venezuela y la guerrilla

Por: Humberto de la Calle
El Espectador, Bogotá
Julio 26 de 2009

Para no exagerar en una situación tan explosiva como la que tenemos frente a Venezuela, hay que decir que una posición de cierta neutralidad frente a nuestros conflictos no es nueva.

Basta recordar, a título de ejemplo, una escena que involucra a Guadalupe Salcedo, famoso guerrillero liberal. En algún momento, el recién inaugurado gobierno de Rojas Pinilla comenzó a trabajar en la desmovilización de la guerrilla liberal de los Llanos. Para ese efecto hubo un encuentro en Villavicencio entre delegados de los rebeldes y una comisión militar a nombre del Gobierno. En carta dirigida por los guerrilleros Eduardo Franco Isaza y Rafael Sandoval Medina a Salcedo Unda, que continuaba en la clandestinidad, cuentan que ante la negativa a una entrega incondicional de las armas, corrieron el riesgo de ser puestos presos por los militares colombianos, algo que abortó gracias a la intervención del gobierno venezolano, que era una especie de garante de las conversaciones. Prosigue la carta fechada el 15 de agosto de 1953, señalando que, a causa de ese incidente, la guerrilla quiere manejar el asunto de la desmovilización en el plano internacional para lo cual “ya se han dado pasos importantes frente al Gobierno venezolano el cual (Marcos Pérez Jiménez, presidente) recibió en el Palacio de Miraflores una embajada nuestra que presentó nuestra petición en ese sentido y que fue recibida con simpatía y están haciendo los trámites del caso”. (Ver Guzmán Campos y otros. La Violencia en Colombia. 2005. Bogotá).

De igual modo, bajo el gobierno de César Gaviria, quien esto escribe instaló las conversaciones con la guerrilla en Caracas, bajo los auspicios del gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien mantuvo una posición de equidistancia frente a las partes, aunque autorizado al efecto por Colombia.

No obstante lo dicho, que permite situar la discusión con Venezuela en perspectiva histórica, hay que señalar varias cosas:

La primera, es que Chávez ha venido adoptando un ofensivo nivel altisonante. Los antecedentes históricos mostraban un manejo discreto. Chávez en cambio se ha solazado haciendo pública su posición de franca simpatía con la guerrilla, algo que sin embargo se ha visto atenuado últimamente, al menos en apariencia.

En segundo término, hay una distancia sideral entre la guerrilla liberal de entonces, e incluso las Farc de hace algunos años, y la condición actual de ese grupo, declarado como terrorista por varios países del orbe.

Por último, la cercanía ideológica de las Farc con el socialismo del Siglo 21, combinada con el carácter expansionista del proyecto liderado por Chávez, que ha organizado un grupo de gobiernos alrededor del ALBA, el cual pretende jugar como bloque en la actual geopolítica latinoamericana, determinan que, aun contando con antecedentes históricos, el papel de Chávez frente al conflicto de Colombia posee una altísima peligrosidad para nuestra estabilidad democrática

En ese contexto, la desmesurada reacción de Chávez frente al acuerdo de uso de bases militares por los norteamericanos, es apenas una secuela de sus ideas bolivarianas de dominación, en una especie de preocupante renacimiento de la época de la guerra fría, que parecía cancelada a estas alturas.

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