viernes, 24 de julio de 2009

Preservamos la paz en Córdoba

Por Edmundo López Gómez

El nuevo siglo, Bogotá

Julio 24 de 2009


Nos parece muy bien que el presidente Uribe se haya apersonado del orden público en Córdoba, porque su deterioro era tal que la política de seguridad democrática en esta sección del país estaba en entredicho. El número de asesinatos y de actos vandálicos perpetrados en este territorio de paz, no podían seguir inadvertidos.

Si algo ha podido trascender en la conciencia nacional es el cambio que se operó desde cuando el Gobierno, las Fuerzas Armadas y la administración de justicia, comenzaron a poner en jaque a las bandas criminales y a los grupos alzados en armas que deslegitimados por el narcotráfico perdieron toda connotación revolucionaria, sin ideales que exhibir.

La popularidad del presidente Uribe ha estado ligada a esa sensación de la seguridad recobrada, la cual estimuló nuevamente el trabajo, la inversión en el campo y en las ciudades.

En Córdoba los señores de la guerra se entregaron hace algunos años y nada hacía presumir que surgieran nuevas formas de delincuencia organizada, como desgraciadamente está ocurriendo en el Bajo Sinú, convertido hoy en teatro de la violencia entre grupos que se disputan el territorio para sus fines proditorios. La cercanía al mar, a puertos clandestinos, acaso sea la razón para que hayan hecho tan peligrosa presencia nuevos grupos enfrentados del narcotráfico.

Por ello, se justifica que la Policía Nacional, a través del general Orlando Páez Barón, director de Seguridad y Convivencia Ciudadana, haya anunciado y puesto en ejecución un plan de intervención, a través de sus fuerzas de antinarcóticos, de personal de Inteligencia y de los carabineros, y bajo el mando del coronel Miguel Ángel Bojacá, con una amplia experiencia en la lucha contra organizaciones delincuenciales que, en Córdoba, han venido operando en forma ostensible.

Creemos que los ciudadanos, las gentes de bien que desean verdaderamente la paz, debemos rodear de confianza a las autoridades policiales para que cumplan su labor en forma eficiente y con transparencia.

Córdoba no puede ser nuevamente teatro de la guerra sucia.


La dirigencia del Departamento está emplazada a actuar consecuentemente. No se puede proceder con la tolerancia de otras épocas, pero las fuerzas legítimas del Estado deben dar ejemplo.


No ocurrió así en el reciente pasado, cuando se conocieron actos de complicidad de algunos miembros de las Fuerzas Militares y de Policía que se desviaron de sus deberes institucionales, lo cual sirvió para que los señores de la guerra penetraran casi todos los estamentos de una sociedad sometida a sus designios.
El período tenebroso en donde actuaron subversivos de la izquierda y de la derecha armados, no puede recrearse en Córdoba ni en otro lugar del país. Esa sigue siendo la gran prioridad de los colombianos.
Afortunadamente la propia Policía, el Ejército, los servicios de Inteligencia están haciendo su catarsis, su depuración. ¡Faltaría más! Pero debemos ser conscientes de que si queremos salvar a Colombia del mal del narcotráfico y de sus secuelas de violencia, debemos trabajar unidos para poder enfrentarlo.
Es nuestra posición y ojalá que se irradie en el alma de todos nuestros conciudadanos.



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