Editorial
Julio 28 de 2009
Los colombianos, unidos, debemos exigir mediante una actitud de respeto de acuerdos y de la diplomacia, que gobiernos externos se salten tratados y nos den portazos en la cara.
El país, acostumbrado a las diferencias internas, a los ataques partidistas, a las polémicas entre oposición y Gobierno, y a los duros cuestionamientos que hay de críticos a dirigentes y viceversa, necesita hoy más que nunca la búsqueda de la unidad nacional para hacerle frente a un problema externo magnificado por vecinos camorreros que por no compartir políticas internas de Colombia han asumido actitudes provocadoras y violatorias de acuerdos y convenios preestablecidos.
Sí, Venezuela, inspirada en el sueño de la revolución bolivariana del delirante e inestable Hugo Chávez, y Ecuador, llevado de la mano por el soberbio y poco amistoso Rafael Correa, a quienes los une una abierta amistad e intereses de transformación socialista en Suramérica, la cogieron contra nuestra nación porque no sigue su juego y porque el gobierno del presidente Álvaro Uribe es amigo de Estados Unidos con quien ellos mantienen profundas diferencias.
Las contrariedades, que es natural que existan entre países hermanos con culturas y tradiciones distintas, y con extensas zonas de frontera, nos tienen hoy ad portas de un rompimiento de relaciones y con tensiones en áreas limítrofes por cuenta de que Chávez ordenó desplazar a estos batallones y fuerzas naval y aérea para supuestamente evitar la agresión de fuerzas estadounidenses que según él una vez estén en las bases militares colombianas, a donde fueron autorizadas llegar para colaborar en la lucha contra las drogas y el terrorismo, se pasarán a atacar e invadir su territorio.
Aunque no sorprenden las reacciones disonantes del mandatario venezolano, quien agrede incluso a su país al que le arrebata derechos democráticos propios de una nación libre, sí llama la atención y preocupa que asuma posiciones desafiantes con el vecino que ni lo ataca ahora en armas, ni lo ha hecho en el pasado, y que sólo actúa en legítimo derecho interno contra amenazas terroristas y de narcotraficantes que tanto dolor y mal le han causado a los colombianos.
Lo de Correa también es triste y lamentable pues con su tibia y complaciente actitud contra el más peligroso enemigo propio de Colombia, las Farc, a las que Chávez igual defiende sin condenar sus acciones, ha generado un malestar en la dinámica frontera. Además ambos gobiernos vecinos apelaron al más bajo de los argumentos de reacción: desconocer acuerdos económicos, poner trabas a las exportaciones colombianas y ponerles más trabas a los nacionales que pasen a sus territorios.
¿En qué consiste la unidad nacional? No se trata de un acuerdo para acallar denuncias que tienen que hacerse, de poner cortinas de humo frente tantos problemas graves que se registran, de buscar favorecer la reelección presidencial o de empujar la campaña de un candidato específico, para nada. La idea es impedir, mediante una actitud de respeto de acuerdos y de la diplomacia, que gobiernos externos se salten tratados y nos den portazos en la cara, así estemos o no de acuerdo con militares y ayudas gringas en bases nuestras.
Ya sabemos qué simpatías hay entre gobiernos del ala bolivariana con los grupos armados ilegales de corte socialista que con base en juegos de terror, presiones indebidas, narcotráfico y violación de los derechos humanos pretenden someter a los colombianos. A ese tipo de agresiones y el rechazo a quienes las hacen y las respaldan afuera es a los que hay que demostrarles que queremos tranquilidad y paz.
Tenemos derecho a ser diferentes. Por eso la idea es mantener un frente común que demuestre que queremos seguir con nuestro sistema, imperfecto o caótico, pero determinado por un gobierno legal y democrático, no impuesto por patanes y esquizofrénicos. Ese es el acuerdo de unidad que necesitamos para mantener una estabilidad laboral, económica y social, así estén por debajo de las necesidades reales.
¿Será muy difícil exigirles que respeten nuestra libre escogencia?
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