lunes, 20 de julio de 2009

Gracias señor Procurador

Por Fernando Londoño Hoyos

La Hora de la Verdad

Editorial

http://www.lahoradelaverdad.com.co/

Radio Súper, Bogotá

15 de julio de 2009

Gracias señor Procurador, gracias por haber desafiado todas las eritnias que pululan en el escenario de la vida nacional y por haberlas desafiado en el nombre del Derecho, en nombre de la Justicia que informa al Derecho como su valor propio, en nombre de todo lo que significa vivir en un país libre y respetable, gracias señor Procurador. Usted ha tenido el valor de decirles a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que en un proceso penal hay un inocente mientras no se le pruebe lo contrario, hay una persona que tiene el derecho a la defensa y hay unos investigadores que buscan la verdad, pero que la tienen que buscar dentro de un procedimiento limpio y claro que está signado por la presencia del investigado en todas las etapas de ese proceso.

El proceso penal, el que se fundó desde la época de Beccaría, el que se creó como respuesta a las lettres de cachet que justificaron nada menos que la revolución francesa y el fin de lo que se llamó el antiguo régimen. Ese proceso penal de la lettre de cachet, donde los infelices iban a parar a las mazmorras por tiempo indefinido por la orden de un soberano, sin juicio previo, sin que se supiera por qué, sin que tuvieran el derecho a una defensa. Esas actuaciones inauditas fueron las que quedaron superadas por el proceso, que es un drama como nos lo decían nuestros profesores y como se lo dijimos a nuestros alumnos y como esperamos que se siga repitiendo en la historia de un Occidente libre, de una civilización marcada por la democracia. Un proceso, un drama en el que participan los actores con plena claridad frente a la luz. Una investigación penal no es sino tal vez en sus comienzos, y de manera excepcional, un hecho secreto en el que se busca la verdad a espaldas a aquel contra quien la verdad se busca. El proceso penal le teme a las sombras y a la oscuridad como le temen ciertas especies que no pueden sobrevivir sin las sombras, pues en el proceso penal la presencia del sindicado es indispensable.

La Corte Suprema de Justicia estaba de viaje para los Estados Unidos para hablar con Jorge 40, a ver cómo "lo cuadraban", a ver cómo “disponían” su testimonio, a ver cómo lo halagaban y qué ventajas le daban a él, o quizás a sus parientes, o a quienes, para mandarlos al dorado refugio del Canadá, o para darles dinero, o para conseguirles rebajas de penas, si algunos de ellos tuvieran problemas con la justicia.

Jorge 40 está sometido a la justicia americana. Pero parientes y amigos y relacionados con Jorge 40 pueden tener problemas con la justicia y allá iba la Corte Suprema de Justicia a negociar, a hacer un negocio infame contra Jorge 40, de espaldas a unos sindicados que no sabemos quiénes eran. Iba a “buscar pruebas”, iba en el plan de hacer “diligencias preliminares” para saber si era pertinente el testimonio de Jorge 40. ¿Cuándo era pertinente el testimonio de Jorge 40? No cuando iba a decir la verdad a favor de ciertas personas que la Corte protege. No, cuando estaba cuadrado para decir mentiras en contra de alguna persona o verdades, no importa. Pero la Corte es selectiva. La Corte no pide el resplandor de la verdad, sino de la verdad que le interesa, es decir, de la verdad que no es verdad. La verdad tiene un sentido y tiene un objeto por sí misma y vale como vale porque es un valor que tenemos que reconocer. En la medida en que la verdad solamente interesa, deja de ser verdad, deja de ser valor, deje de significar lo que significa.

Ojalá los magistrados de la Corte Suprema de Justicia tuvieran acceso a la nueva filosofía de los valores, la de Rissier y Frondizi, la de cuantos que estudiaron la axiología, la axiología que propuso José Ortega y Gasset, la axiología que ha propuesto la nueva filosofía alemana, para encontrar que los valores tienen valor objetivo, pleno, por sí mismos, y que hay que reconocerlos como tales, no en la medida en que nos interesan, ni en que nos importan. No, los testigos no valen en la medida en que dicen lo que quieren que digamos, sino que valen en la medida en que ayudan a descubrir la verdad.

Gracias señor Procurador por recordarnos que esos principios del Derecho Penal siguen vigentes, que no hemos vuelto a la etapa negra y obscura del antiguo régimen en que los infelices caían en las mazmorras sin saber por qué, acusados no sabían por qué, sometidos a todos los vejámenes sin conocer el delito por el cual se los acusaba. Eso es lo que ustedes llaman “modernidad”, los “nuevos desarrollos de la investigación criminal”, que consiste en que a los infelices acusados los condenan y no han sabido por qué los condenaron, porque los testigos han estado “cuadrados” por anticipado, porque se ha ido a “examinar” la causa con ellos para saber qué conviene preguntarles y que no conviene preguntarles, o en qué corresponde halagarlos y en qué medida y a qué precio, cuánto vale la declaración de un testigo. En términos de dinero, como lo han dicho testigos en procesos que hemos tenido la oportunidad de lanzar al público al aire para que la gente los conozca y para que se horrorice de lo que está haciendo la Fiscalía General de la Nación, lo mismo que estaban haciendo algunos magistrados auxiliares de la Corte Suprema de Justicia, como el magistrado Velásquez que se mete a la cárcel con Tasmania, armado de videograbadora para resolver sus problemas personales, dice él.

“Cuadrar los testigos”, “preparar los interrogatorios”, poner la verdad al servicio de los intereses políticos infames de la Corte Suprema de Justicia, la Corte de Giorgio Sale, y la Corte de Asencio Reyes, es decir la Corte de los Milagros, la Corte más despreciable que Colombia ha tenido en su historia, la Corte en la que hubo y sigue habiendo en varias salas tantos magistrados ilustres, iluminados solamente por la fuerza del espíritu y buscando el poder de la verdad.

Pero algunos magistrados que han hecho una causa política, detestable y horrorosa, para encubrir la justicia ahora vienen lanza en ristre contra el Procurador porque el Procurador les recuerda que el proceso penal es un proceso abierto a las partes, donde las partes tienen derecho a defenderse y donde no puede haber la práctica de ninguna prueba en ausencia del abogado que representa a la víctima del proceso penal, a la persona contra quien el Estado tiene nada menos que la pretensión de considerarlo un delincuente y de mandarlo a la cárcel. Esa persona tiene el derecho a defenderse, que es un derecho sagrado, superior a cualquier contingencia y superior a cualquier otro interés. Aquí estamos en presencia de enormes valores, definitivos para la estructura de la sociedad colombiana, son los que están en juego. El Procurador defendiendo la necesidad de un proceso limpio y abierto, la Corte Suprema de Justicia defendiendo lo que le interesa, un proceso soterrado, obscuro, sombrío, el proceso de los calabozos, el proceso de las catacumbas, el proceso de la noche. Ese es el proceso que ellos consideran como una “conquista” de la “civilización”, el que les gusta, el que se acomoda a sus intereses: me voy donde Jorge 40, hablo con él, lo convenzo, lo cuadro, le pregunto, le digo, convengo con él en lo que va a ser su interrogatorio y entonces ahora si llamo a la parte a que se defienda. ¿A que se defienda de qué? El testigo tiene que ser espontáneo, el testigo tiene que ser libre, tiene que estar libre de presiones y libre de halagos y de ventajas. ¿Cuál es el que le van a dar a Jorge 40, en qué iban a consistir las “averiguaciones” y las “conversaciones” con estos magistrados que tienen o tenían, o tienen todavía, tiquete abierto para los Estados Unidos para cometer esta ignominia.

¿Es en esto en lo que consiste el nuevo Derecho Penal? ¿Esta es la nueva técnica? ¿Esta es la nueva forma de administrar justicia? ¿Cuadrar testigos primero para luego invitar a los abogados a que se defiendan de lo imposible? ¿Organizar la verdad en el sentido que a ellos les interesa para castigar a sus víctimas que no para hacer justicia? No. Desde el momento en que un proceso existe el procesado tiene el derecho, y su abogado el deber, de participar en todas las diligencias, en todas las diligencias probatorias que conduzcan a la verdad. Y aquí no hay subterfugios y aquí no hay ejemplos idiotas, como ese de que los abogados entonces participarían en la interceptación telefónica que se haga contra un criminal. Si usted está investigando un delito y no sabe quién es el criminal haga interceptaciones telefónicas a ver qué le dicen. En el momento en que tiene un procesado no tiene más remedio que poner esas interceptaciones telefónicas a disposición de los abogados.

Sí, magistrados, aunque no les guste, así tiene que ser. Ustedes tienen que respetar el Derecho. Ustedes tienen que dar el ejemplo de que en la democracia colombiana las personas tienen derecho a defenderse y ustedes los investigadores tienen todo el poder de perseguir la verdad. Pero ante la luz, ante los ojos de la gente, en presencia de los abogados defensores que para eso existen. Aquí está de por medio nada menos que la concepción de la función del abogado defensor, que la concepción de la democracia, que la concepción de una sociedad que tiene el derecho a defenderse y al Estado el derecho a acusar, pero acusar como un Estado moderno, democrático y libre, a la luz, no a la sombra de conversaciones secretas, de acuerdos protervos, que se hacen en los calabozos de las cárceles para darles ventajas a los testigos es decir para convertirlo en un no-testigo, en la negación de lo que un testigo debe y puede ser.

Por todo eso, gracias, gracias señor Procurador.

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