lunes, 27 de julio de 2009

Las mesas directivas

Por Alfonso Monsalve Solórzano

El Mundo, Medellín

Julio 26 de 2009

Lo ocurrido el 20 de julio en el Congreso es diciente del actual contexto nacional. El gobierno no pudo llevar a las presidencias de Senado y Cámara a sus candidatos, porque la coalición de gobierno se fracturó en mil pedazos.

Algo no funciona entre el ejecutivo y su bancada. El respeto a los acuerdos debería ser una norma, más en política, en la que la generación de confianza es esencial. ¿Cuáles son las razones para que los pactos se rompieran?

Algunos dicen que hay en Palacio funcionarios que los maltratan. Incluso he oído, es un rumor que recojo con beneficio de inventario, que como Núñez en el Siglo XIX, el actual presidente privilegia en el gobierno a un partido de los dos históricos que hoy están activos.


Puede ocurrir que la manera como los parlamentarios de la coalición de gobierno perciben el futuro del referendo reeleccionista en el Congreso, como difícil o incluso imposible –ya sea por los temores de los parlamentarios uribistas designados como concilidadores, por la investigación preliminar de la Corte Suprema de Justicia o por los errores de la propia coalición, o por ambos factores- esté produciendo un realideramiento de fuerzas, por parte de congresistas que aprovechan el transfuguismo aprobado por el Congreso en días pasados, para buscar escampadero y sobrevivir políticamente, ante la perspectiva de que la fuerza popular que respalda a Uribe no bastará para hacerlo presidente por tercera vez, así tenga las mayorías nacionales.


Se habla, en efecto, del cambio de partido, incluyendo al presidente de la Cámara, de muchos congresistas, a partidos de la oposición, especialmente al Partido Liberal, que conducido, en este caso específico, de manera brillante por el expresidentes Gaviria, supo sacar provecho del caos uribista, que podría convertirse en una estampida de muchos políticos de profesión en el Congreso, que la única lealtad que conocen es la que tienen con ellos mismos.


Todavía no está dicha la última palabra frente a la posible reelección del presidente, aunque es un proyecto que tiene muchas dificultades porque el tiempo se agota y los compañeros de viaje se bajan del tren. Si hubiese una alternativa viable, Uribe, hoy, sería reelegido sin duda alguna. Pero hay una disociación entre la voluntad del pueblo y la voluntad de una minoría, que paradójicamente utiliza los mecanismos de la democracia liberal para tratar de imponer su voluntad.


Habría que contemplar, entonces, el escenario del uribismo sin Uribe. Es mucho más difícil, pero no está marcado necesariamente por el fracaso. Si la voluntad de la mayoría de los colombianos apoya el proyecto que mantiene la seguridad democrática como núcleo de la política nacional, es posible que la voluntad de las minorías sea derrotada aun sin el presidente, para que se equilibre nuevamente la voluntad popular con el manejo de la política institucional.

Dicho escenario exige condiciones que no son fáciles de cumplir. La principal de ellas es la escogencia de un candidato único a la presidencia, que sea visto como el representante de las tesis del actual presidente, especialmente en el tema de la seguridad democrática, que agrupe a los sectores uribistas y tenga atractivo propio entre los ciudadanos, ante quienes debe demostrar que es el heredero de esas banderas. Esto es importante, porque los votos de Uribe no son transferibles mecánicamente.



La selección de un candidato único es una operación sofisticada, de alta cirugía política, que los egos y las aspiraciones personales pueden hacer fracasar. Las reglas de juego deben ser claras y no excluyentes, y esto exigirá paciencia y, de alguna manera, un guiño.


La segunda, es que debe estar acompañado en el propósito por personas más allá de cualquier duda, transparentes y creíbles, que puedan resistir y superar el escrutinio de su vida política y que la gente sepa que si algunos de ellos llegan al congreso, garantizarán la vigencia de las políticas sin transfuguismo y sin oportunismo.

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